La situación en Siria es realmente lamentable. La violación reiterada de los derechos humanos ha adquirido niveles insostenibles. La represión interna protagonizada por el presidente Bashar Al Assad ha generado hasta el momento más de ocho mil muertos. Un costo demasiado alto para la estabilidad de este país y de la región.
Se suma a esto lo acontecido en la localidad Siria de Hula. De acuerdo a la ONU, 108 personas fueron masacradas a manos de las fuerzas del Régimen y de milicias progubernamentales. La mayor parte de estas víctimas fueron civiles, 49 niños y 34 mujeres.
Al Assad es uno de los pocos tiranos que prevalece en el poder desde el inicio de la “Primavera Árabe” en enero del 2011. El presidente tunecino Ben Ali huyó a Arabia Saudita. Hosni Mubarak fue detenido y ha sido juzgado recientemente a cadena perpetua. Muhamar Gadafi, pese al control que mantenía de Libia, fue abatido en su feudo natal de Sirte.
La Primavera Árabe parece no tener camino de vuelta. Si un principio las frustraciones económicas llevaron a la protesta, prevalecen los pedidos de libertad y democracia.
Esto es justamente lo que acontece en Siria. Pese al nivel de conflictividad interna, su Presidente insiste en mantener el control a sangre y fuego. Lo sucedido en Hula evidencia el grado de abuso y violación de los derechos humanos. Esto ha tenido el repudio de la comunidad internacional. Como reacción el Reino Unido, Alemania, Italia, España, Holanda, Bélgica, Bulgaria, Canadá y EE.UU. expulsaron en días pasados a los embajadores sirios de sus países. El presidente francés François Hollande ha mencionado incluso la posible de una intervención armada en Siria para poner fin a la represión del actual régimen. No obstante, la semana pasada se sometió a votación del Consejo de DD.HH. de las Naciones Unidas en Ginebra, un proyecto de resolución que pide “una investigación integral, independiente y sin restricciones” de la masacre perpetrada en Hula. Aunque esta fue aprobada por 41 votos, tres países votaron en contra: China, Rusia y Cuba. Se abstuvieron Ecuador y Uganda.
En el caso específico de Ecuador, sorprendente nuevamente su posición. En agosto del 2011 votó en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en contra de una condena al Gobierno sirio y de igual modo lo hizo cuando se trató de la intervención en Libia.
Y aunque tarde o temprano caerá Al Assad, es un imperativo trabajar en el fortalecimiento de valores democráticos y un sistema internacional que realmente haga prevalecer las conquistas que hasta el momento se han logrado. No puede ser que tiranos y aprendices de dictadores quieran imponer sus intereses sobre las aspiraciones y derechos legítimos de los pueblos.