De Medio Oriente a Extremo Oriente había dos países, Iraq y Siria, que eran decisivos para marcar independencia internacional y algo de independencia hacia el clero musulmán, en medio de poblaciones islámicas par quien su Estado debe ser islámico y no laico. La invasión y destrucción de Iraq por EE.UU. acabó con uno de los defensores de la corriente “Baas” que precisamente conjugaba la búsqueda de un Estado que sea tal y logré esta doble independencia panarábica. Aspecto cuanto más significativo que el mundo árabe sigue acumulando desde centurias y aún más desde las independencias de los cincuenta del XX, frustración tras frustración de no recuperar el prestigio de sus culturas, entre otros en lo que fue la Mesopotamia, cuna de saberes y ciencias antes que Occidente las incorpore. Al contrario, el mundo árabe se entierra cada vez más en sociedades con desprestigio de sus culturas y mayoritarios bajos niveles de vida a pesar de la riqueza del petróleo. Perdón, son las monarquías conservadoras las que logran mejores niveles de vida pero no ofrecen nada de un orgullo árabe ni pueden convocar a sus pueblos para distinguirse y afirmarse por algún sentido de dignidad propia.
Siria ahora está construyendo una nueva derrota de lo que queda de la tentativa de mediados del XX de recuperar independencia y construir Estados propios, sin el reaccionario clericalismo de Irán. Otra vez, un dictador que pierde el sentido del poder al querer eternizarse, cuando a todas luces la contestación interna, desde luego ahora con apoyo externo, indica claramente que debía buscar una salida que no sea la de la cruenta eyección del poder, gracias al apoyo de Occidente para su beneficio. Con estas brutales salidas, los ganadores que vendrán harán simple borrón y cuenta nueva del pasado. Pues ya vemos a dónde van estos cambios de régimen con lo que acontece en los vecinos.
La “primavera árabe” que tanta expectativa de renovación suscitó y fue la acción de jóvenes dispuestos al sacrificio para terminar con dictaduras y crear una sociedad democrática y secular, ve frustrado su intento. En su lugar gobiernan corrientes islamistas que no conjugan democracia y libertades, tampoco igualdad social ni modernidad a la árabe.
Tras la caída de Siria, Irán será el último eslabón que impida el gran proyecto de EE.UU. desde hace décadas, de tener un solo oleoducto desde las ex Repúblicas soviéticas hasta el estrecho de Ormuz que alimenta gran parte del carburante a Occidente. Pero el mundo árabe y en particular para este cúmulo de frustraciones históricas, no tendrá alternativa. Dos derrotas, la ausencia de la contestación árabe, de la primavera árabe y Europa. Los aliados europeos de Siria e Iraq, sobre todo Francia, han terminado por ser simples apoyos a la estrategia de EE.UU., abandonando su espacio en Medio Oriente.