No te juntes con esa chusma, es la expresión que en la barriada de Doña Florinda, caracterizó a un genuino comportamiento social, en una alegoría que ha servido para interpretar los resultados de la conducción política del Estado, sin salirse de la encrucijada de lucha de clases sociales sino más bien ahondando la conflictividad social, causada por el progreso.
En el lanzamiento de su obra “Síndrome de Doña Florinda”, Rafael Ton, a través de la protagonista, que se cree más que el resto del vecindario, que lo denigra y se molesta conviviendo junto con el Chavo que vive en un barril y con Don Ramón, que no paga la renta por tener un trabajo humilde; extrapola este comportamiento a la descripción de la clase media argentina soberbia que desvaloriza el trabajo, y que terminan haciéndose el mal a sí mismo.
La misma obra para Alex Guardiola, es vista en el conjunto de la organización política colombiana, como una opción de voto por la “gente de bien”, negándose a sí mismo su origen y la ausencia de una reafirmación de adonde quieren llegar, cueste lo que cueste, porque el máximo interés está en el arribismo.
Guardiola concibe un círculo vicioso que comienza por la ruptura social que lleva al poder a gobiernos progresistas, que saca temporalmente de la pobreza a muchos y termina cuando esa clase emergente deja de apoyar a los gobiernos cuando se sienten de mejor clase social.
Asimismo en el artículo periodístico Florindas y Florindos del ecuatoriano Rodolfo Muñoz, (diario El Telégrafo del 15 febrero de 2017), el ambiente de conflictividad del vecindario, gira en torno al individualismo, la pretensión y el egoísmo, en el desconocimiento de la existencia del otro en la hora de dar su voto ya que “son capaces de apoyar no a quien pueda parecerse a ellos, es decir a uno de su mismo barrio, sino a quienes creen que socialmente ellos pueden llegar a ser.
Pensar así significa buscar la superación y el progreso inspirados en la movilidad social que promete la educación, las oportunidades de trabajo junto con una acción cooperativa que les lleve a romper el dilema de Seneca de que “No es pobre el que tiene poco sino el que mucho desea”.
La revolución ciudadana cultiva el odio y la igualdad social hacia abajo para reducir la conflictividad. Por eso en la alegoría del vecindario, se sataniza a la clase media emergente, a Florinda viuda de un marino habría que quitarle su pensión, eliminar su seguro social y las contribuciones del Estado, porque se piensa que el capital fomenta el egoísmo, la soberbia, la petulancia y creyéndose la gente que es de un mejor estatus votan en las elecciones por la “gente de bien”.
Como consecuencia en este momento es cuando aparece el “síndrome de abandono”, con manifestaciones de angustia por sentirse rechazados, con agresividad y violencia, que es donde nace la grotesca acusación de la rebelión de los croissants.