No hay país en el mundo como el nuestro, Facundo.
El señor presidente Lenín Moreno en seis meses hizo lo que Cuba no pudo en sesenta años; Venezuela, en treinta; Nicaragua, en veinte; Bolivia en trece. Nos libró de un dolor de cabeza que nos dolió 114 meses de riqueza.
¡Qué grande nuestro Presidente! Y eso que su salud es precaria. Y eso que carece de autonomía para moverse con movimiento propio. Y eso que heredó un país anémico, una fortuna quebrada, una moral de casa de citas, unos jueces indecentes, un contralor glotón, un fiscal tuerto, unas Fuerzas Armadas de pena, una Policía más o menos, unos colegios y universidades sobornados y embrutecidos por una carga de papeles y de informes anti/higiénicos, una Cancillería renovada de pipones, de un enjambre de asesores, de una vergüenza sin diéresis, de jovencitos de mantel largo más creídos que trece pavos reales, una Seguridad Nacional sin radares, sin gringos, con helicópteros de miedo y ministros de Defensa que fueron una ofensa a la sagrada bandera. Y todo esto con aviones de billetes, de mafiosos tras el trono, y asambleístas a la última moda, vestidos de lujo y lujo de desvestidas, tapados por pudor con pieles de cabrío y de borregas.
Todo lo dicho es una caricatura, sin suficientes excepciones. Y nuestro amado presidente ha perdido popularidad porque no ha podido emular a su predecesor.
Para mantenerse en el poder va teniendo que tranzar, que bailar y vacilar. Por ejemplo, con una famosa familia porteña que puede incendiar el país con sus lenguas de fuego. Ha tenido que tranzar y especializarla en el ramo de hospitales. Toma, Tomás, mal donado y cállate.
Sin embargo, lo que acabamos de afirmar con tanto desparpajo no es verdad porque lo opuesto es la verdad.
Rafael fue un amor y los miles de millones que ha tomado prestados son para invertir cuando vuelva a gobernar con poder y majestad. Cuántas buenas carreteras construyó tan baratas. Cuántas escuelas del milenio. Cuántas estructuras decentes y dignas para que las funciones del Estado trabajen ágiles. Qué Carta Magna tan perfecta. Qué reformas tan luteranas. Qué talento para diseñar un laberinto del que el Minotauro con cuerpo de juez y cabeza con cuernos nunca pueda escapar.
No seamos ingratos con Rafael Correa, gracias a él hay tantas adolescentes embarazadas prohibidas de abortar pues serán la base para que el Seguro Social se vuelva inquebrantable. Y tanto jovencito con droga/ microeconomía para una macroeconomía de mafia, de Urcuquí y Malos Aires. De todas las maravillas pasadas yo me quedo con Martínez y Pabón. La una por sus cuadernos, buena letra y delación. La otra porque pateó a los asambleístas de mi lindo Ecuador. “Con amor hoy yo quiero cantar, sí señor, a mi lindo Ecuador. Con amor siempre debes decir por dondequiera que tú estés: ¡ecuatoriano soy!” Sí, señor, de la Sub20 soy y de Carapaz.