El populismo consiste en implementar polÃticas que suenan muy bien, que despiertan emociones, pero que en la práctica son dañinas. Otro buen ejemplo de esto es el uso que se da a la canasta básica. Un concepto que fue creado hace 20 años y que tenÃa otros fines, ahora es usado para definir la remuneración digna. Es decir, una de las variables claves para la economÃa está definida por una canasta que no vale para nada.
Cuando se escucha hablar del ‘costo de la canasta básica’ se esperarÃa que detrás esté lo que cuesta comprar las cosas indispensables para la sobrevivencia de una familia. Es más, uno esperarÃa que haya algún trabajo cientÃfico que establezca qué cosas son básicas, algo asà como un estudio de nutrición y de salud.
Obviamente serÃa un estudio muy complejo, porque deberÃa considerar que ciertos alimentos son más baratos en unas zonas del paÃs (plátanos verdes en la Costa, por ejemplo). El diseño de la canasta (como uno se la imagina cuando oye que es la ‘básica’) también deberÃa tomar en cuenta los cambios en los ‘precios relativos’, por ejemplo, deberÃa considerar que si la quinua sube de precio, los ecuatorianos podrÃan consumir menos quinua y más lentejas.
Pero nuestra canasta básica, ese instrumento utilizado para fijar la remuneración digna, (cuyo pago es indispensable para que una empresa pueda repartir utilidades), ese dato tan clave para la economÃa no tiene ninguna base nutricional, ni de salud y está basada en datos de 1974.
La canasta básica actual es una lista de 75 productos y para calcular su costo, cada mes el INEC establece el precio de cada uno y los suma para obtener el total. Hasta aquà no hay problema. El problema está en cómo se escogió esos 75 productos.
La canasta consiste en aquellas cosas que consumÃan las familias pobres en 1974. Punto. Esa es la ciencia detrás de tan importante variable económica. Nada más.
Entre 1974 y 1975 se realizó una encuesta de ingresos y gastos en los hogares urbanos. La canasta contiene aquello que consumÃan los hogares del 20% más pobre de la población, en las cantidades que se consumÃan en esa época. La canasta se basa en datos de hace 38 años.
Esta crÃtica no es al INEC, que viene calculando esa canasta desde hace dos décadas, sino al uso que el resto del Gobierno ha dado a ese dato, entregándole un protagonismo absurdo. Las remuneraciones no pueden fijarse en función de lo que consumÃan las familias pobres hace casi 40 años. Hay que basarse en datos más recientes y también hay que considerar la productividad de los trabajadores.
Cualquier otra cosa es dañina para la economÃa.
Claro que hablar de ‘remuneraciones dignas’ siempre sonará bonito y dará votos, aunque su cálculo no tenga ninguna base cientÃfica y solo sea ‘emotividad pura’.