Curioso país. Luego del fenómeno correísta que lo degradó todo, ni el más avispado de los sociólogos puede definir claramente qué es y dónde está la izquierda. En cambio, cualquiera puede identificar a las gentes, las ideas y los grupos de derecha. ¿Cómo? Utilizando un sencillo método, el DDC (Detector de Curuchupas) que no se fija en cosas tan abstractas como el papel del Estado en la economía o el rescate de los pobres pues con estos parámetros algunos gobiernos fachos resultarían de izquierda, sino que registra, por ejemplo, cómo se definen las personas y los partidos en temas tan concretos como la educación sexual, el aborto, la legalización de la droga, el matrimonio homosexual o el derecho a una muerte digna.
“¡Saquen sus rosarios de mis ovarios!” claman cientos de miles de mujeres en las calles de Buenos Aires, Madrid o Santiago de Chile. Son mujeres de todas las edades y condiciones sociales que exigen el derecho a decidir sobre sus cuerpos, sus vidas y su intimidad. ¿Por qué pega tanto esa demoledora consigna? Pues porque identifica al adversario de fondo, esa Iglesia patriarcal que, con todo su poder y organización, ordena, reprime y condena todo lo referente a la sexualidad femenina.
Para ejercer su dominio, esa institución acosada por escándalos de abusos sexuales y encubrimiento cuenta con numerosos y poderosos aliados. Y aliadas, como las inolvidables sumisas y ciertas señoras columnistas que afirman sin despeinarse la falsedad de que la educación sexual y el acceso gratuito a los contraceptivos agrava el problema. Por ello, en contra del carácter laico del Estado y sus obligaciones, se organizan marchas que intentan devolvernos a la época anterior a la Revolución Liberal, cuyos principios no terminan de llevarse a la práctica más de un siglo después.
Leyendo con horror las noticias de Chile y Pensilvania, que es solo uno de los 50 estados de EE.UU., cualquiera se pregunta por qué no gritan “con mis hijos no te metas” a los miles de curas pederastas que abusan de niños y niñas mientras predican los valores morales y familiares. Esos valores de la ignorancia y la abstinencia que pregonaban el Plan Familia y el socialcristiano Alexis Mera, cuando los estudios serios demuestran que en los países desarrollados que abordan la educación, los métodos anticonceptivos y el aborto como un problema de salud pública los embarazos adolescentes y el contagio del Sida se reducen drásticamente y las muertes por abortos clandestinos desaparecen.
En Ecuador, contra temas como la despenalización del aborto y la legalización de la droga como solución definitiva del conflicto (para no mencionar el matrimonio homosexual o la eutanasia), van de la mano socialcristianos, correístas, los de Creo y numerosos intelectuales y candidatos ‘progresistas’ que buscan halagar de ese modo a un electorado al que consideran curuchupa en el fondo del alma. Tan curuchupa como ellos.