A un turista le prestaron 800 0000 dólares en el Banco Cofiec sin garantías de pago porque no había justificado su patrimonio. Cuatro miembros del Directorio que aprobó ese crédito acaban de ser absueltos. Al secreto que todavía envuelve el caso Duzac, se añade la devolución de 380 908 dólares. El banco no revela quién firma el cheque, quién pidió la devolución ni dónde está el resto del dinero. Aunque devuelvan el dinero subsiste el delito de peculado y el verdadero beneficiario sigue amparado por el secreto.
La transparencia es la única garantía de que no se instaure la impunidad y se repitan los delitos. Cuando hay buena fe y genuino deseo de justicia, no puede haber temor a la verdad. Los pueblos nunca pierden con la transparencia; el secreto es de los perdedores.
Estados Unidos ha demostrado, una vez más, que es una democracia madura al poner al descubierto la repugnante práctica de la tortura y los sórdidos procedimientos que la Agencia Central de Inteligencia ha usado en los interrogatorios. La senadora Dianne Feinstein, del Comité de Inteligencia, hizo público el informe sobre la práctica de tortura por parte de la CIA desde el 2001 hasta el 2009 y ha abierto con ello un áspero debate sobre la transparencia.
La transparencia no le hará peor sino mejor a la Agencia de Inteligencia, dicen los que apoyan el informe y recuerdan lo que pasó con la Unión Soviética donde la KGB tenía amplia libertad de maniobra, nunca tenía que consultar ninguna operación y no había prensa que revelara nada; era un sistema cerrado, sin controles ni separación de funciones, y duró hasta que se derrumbó todo el sistema. La transparencia se basa en el deseo de impedir que se repitan las aberraciones denunciadas.
Los adversarios de la transparencia argumentan que daña la imagen exterior del país, que se publica a destiempo, que los mismos que ahora denuncian los métodos cuestionados exigían que se haga todo lo posible para evitar ataques como el de las Torres Gemelas o la difusión de ántrax, entonces no les importaba si eran erróneos o incluso crueles, dicen. Justifican todo por el éxito en la seguridad.
Algunos congresistas temían que las revelaciones podían alejar a los países amigos y proveer armas a los adversarios. Seguramente estaban pensando en reacciones como las del canciller ecuatoriano, Ricardo Patiño, que aprovechó para rechazar los informes anuales sobre derechos humanos argumentando que Estados Unidos demuestra inconsistencia en el cumplimiento de estos principios. La senadora Feinstein se adelantó al argumento señalando: “No podremos evitar las críticas. La historia nos juzgará por nuestro compromiso con una sociedad justa, gobernada por leyes y dispuesta a enfrentar una verdad incómoda, para decir nunca más”. La transparencia y la libertad de información son mecanismos de supervivencia.
lecheverria@elcomercio.org