Quiero creer que él si se atreverá a un cambio radical, el que debe ser sustituir la práctica de direccionar al fraude a la legislación y otras normativas, así como a otras decisiones y acciones, por el ejercicio de la verdad y la honestidad.
No sé si coadyuvarán los del correato que están con Lenín, pero añoran a Correa. Siguen con “el discurso” de la supuesta Revolución Ciudadana, a la cual el 30 de septiembre del 2017 se refirió Moreno con la frase “ahora llaman revolución a cualquier pendejada”.
Los del correato torpedean su gestión, con el discurso de que no se puede “derechizar” al Gobierno.
A propósito, en ”Página 12”, medio del kirchnerismo en Argentina, edición del 25 de marzo del 2018, entrevistado Correa, sobre Moreno, expresa literalmente “..sabíamos que no tenía convicciones, que no era un tipo de izquierda. Lenín nos dijo que era de derecha. Pero también sabíamos que los procesos estaban en marcha. Pensábamos que si continuaban nuestros equipos iban a mantener la misma dirección de conducción del Estado y que era bueno tener un tipo de centro o centro derecha que apaciguara un poco las cosas”.
En otras palabras, la aspiración de Correa era que Lenín sea un títere, para él seguir de titiritero.
En la misma entrevista, confiesa su frustración por la dolarización “…había que convivir con la dolarización y tratar de mitigar sus efectos nefastos, Ustedes conocen bien eso porque la Convertibilidad era prima hermana de la dolarización. La dolarización ecuatoriana la impusieron nuestras elites”.
Y la verdad que en el correato se hizo lo inimaginable para hacer saltar la “dolarización”, por eso el endeudamiento irresponsable, además innecesario, por la vanidad de Correa, como el que se hizo para construcciones faraónicas, a las que denominó plataformas, con sobreprecios, que aún no han sido debidamente auditadas.
En el caso del Banco Central se apropió de su liquidez que no era del gobierno, emitiendo títulos valores que obligaba a que se los tome. Esa liquidez provenía de depósitos forzados de la banca privada que a su vez provenían de depósitos del público en esa banca. A la hora de pagar esos títulos valores, Correa no lo hizo, forzando al Banco Central a recibir las acciones de las entidades del sector financiero público que no hay manera de hacerlas liquidez, ante cualquier necesidad que tenga la economía ecuatoriana.
El año 1985, escribí “El abuso del poder”, un análisis y crítica severa a la legislación que impulsó el entonces Presidente Febres Cordero, libro que ese año recibió de la Municipalidad de Quito el Premio Tobar a la mejor obra en ciencias sociales. Intentar una obra similar sobre la década del correato obligaría a varios tomos.