Salud pública, en shock
La Ministra Carina Vance fue un tsunami para la salud pública del Ecuador. Borró del mapa la experiencia de más de 70 años, en particular para el control de enfermedades transmisibles con potencial epidémico. Armada de autoritarismo e ignorancia, con ineptos y obedientes, arrasó con estructuras que protegían la salud de los más pobres.
Epidemiólogos, salubristas, administradores de salud fueron restringidos en el Ministerio, el sistema de vigilancia de salud desmantelado. El Servicio Nacional de Control de Enfermedades Transmitidas por Vectores Artrópodos “Juan Montalván Cornejo” (SNEM), ocupado del control de malaria, dengue, zika, chikungunya, leishmaniasis, oncocercosis, enfermedad de Chagas y fiebre amarilla, fue deshecho, sus acciones no fueron reemplazadas por otras instancias equivalentes. El Instituto Nacional de Higiene y Medicina Tropical “Leopoldo Izquieta Pérez” fue fragmentado. La función de laboratorio de Salud Pública se redujo, su área de producción dejó de fabricar vacunas y suero antiofídico. El área regulatoria derivó en el Arsca, agencia regulatoria con mínimas capacidades al servicio del gobierno.
El programa de inmunizaciones derivó en una paupérrima estrategia que dio como resultado que en 2017 el Ecuador tuviera una de las más bajas coberturas de vacunación en las Américas. El control de la Tuberculosis se ha deteriorado, el cierre del hospital neumológico de Guayaquil fue una barbaridad sanitaria.
Crecen con perfil epidémico enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión y cáncer, se suman problemas de violencia y adicciones; re-emergen enfermedades la malaria, dengue, infecciones de transmisión sexual y VIH-SIDA.
Unos 50 000 niños se infectaron con T. cruzi, parásito que causa la enfermedad de Chagas desde la suspensión de las acciones de control, 50% de ellos serán cardiópatas crónicos en unos años.
La convergencia de patologías ocurre en poblaciones que salieron de pobreza y se trastocaron en consumidores de alimentos procesados. Los pobres del Ecuador están más enfermos que hace 10 años.
En este contexto, Moreno, arremete de nuevo contra la salud, privándola de personal, con nuevos despidos que no se explican ni racionalizan. La cartera de salud, en manos de una funcionaria interina con tareas específicas. No hay un pronunciamiento sobre el camino a seguir, ni la actual Ministra ni las que la precedieron, hicieron algo para corregir la ruina instalada en la salud pública.
Hay que superar el silencio y el miedo, en la Academia, en los gremios, en organizaciones populares, es momento de pedir cuentas de los efectos de las políticas públicas y lo ingentes recursos invertidos. Es hora de levantar la voz por el derecho a la salud y que los responsables rindan cuentas de sus decisiones.