Frente al artículo de opinión “La Salud Pública en Shock”, que busca desdibujar la historia e importantes avances en materia de salud pública entre el 2007 y 2017, y hace referencia directa a mi gestión como ministra entre 2012 y 2015, debo rebatir mucho de lo expresado basándome sobre evidencias concretas. No haré mención del alto grado de misoginia en el artículo porque será evidente para cualquiera que lo lea.
Me falta espacio para referirme a todos los avances que se dieron en salud pública en esos años. Se impulsó una nueva Constitución que hizo de la salud un derecho y determinó que los servicios públicos de salud sean gratuitos,
se implemento un modelo de atención integral basado en la atención primaria de salud, se más que duplicó el número de profesionales de la salud, se implementaron políticas de vanguardia como el etiquetado de alimentos
procesados y se recuperó de forma inédita la infraestructura sanitaria abandonada y devastada en décadas anteriores. Los avances se reconocen no solo por parte del pueblo ecuatoriano sino también internacionalmente, por instituciones como la Organización Mundial de la Salud.
En relación a la reforma del Servicio Nacional de Erradicación de la Malaria (SNEM) y del Instituto Nacional de Higiene (INH), ojalá la memoria no sea tan frágil como para desconocer el estado paupérrimo en que encontramos
las dos instancias. La reforma del SNEM se dio para desconcentrar sus funciones a distintos niveles del MSP llegando más cerca a la ciudadanía y generar una política integral de control de enfermedades metaxénicas y
zoonóticas. En el caso del INH, lo que se hizo fue dividir las funciones de vigilancia sanitaria, de las de investigación y laboratorio de referencia nacional, como lo hace la mayor parte del mundo, dando la debida atención a cada una de estas áreas estratégicas de la salud pública, y velando por el cumplimiento de estándares de seguridad.
La malaria fue de 109.000 casos reportados en 1990 a 241 casos en el 2014. En los 4 años que estuve al frente del MSP, el país tuvo el menor número de casos desde que éstos se reportan. Se eliminó la oncocercosis y se redujo la
incidencia de varias enfermedades transmitidas por vectores. La incidencia de tuberculosis (TB) se mantuvo en alrededor de 30 por 100 000 habitantes entre el 2007 y el 2017, por debajo del promedio de América Latina. El
cierre del hospital Neumológico no estuvo a mi cargo, pero la decisión fue la correcta. No tenía sentido mantener a ese obsoleto hospital atendiendo casos de TB de alta transmisibilidad, cuando se habían inaugurado modernos
hospitales con alas dedicadas a la TB, que cumplen los estándares funcionales para prevenir contagios y atender adecuadamente a quienes padecen de la enfermedad.
La aseveración de que se suspendieron los controles de chagas es falsa; mientras siga existiendo pobreza e inequidad en el país, esta acción deberá ser una responsabilidad ineludible del MSP. La cobertura del 100% en los
esquemas de vacunación se alcanzó por primera vez en la historia del país en el 2007, y en los años que siguieron se amplió el esquema de inmunizaciones, habiéndose reconocido al país como referente regional. Frente a la
problemática de las adicciones, durante mi gestión se implementaron los primeros centros de atención públicos y gratuitos.
Lo único que rescato del artículo es la alerta sobre los recortes que está sufriendo el sector salud en la actualidad.
Queda aun mucho por hacer, pero lograr la salud universal será imposible si no se le da la prioridad que merece lo más preciado de una sociedad: la salud y la vida de su gente.
Por todo lo anterior, pido que se me permita ejercer mi derecho a la réplica, mediante la publicación de esta carta, de conformidad con el Art. 66 numeral 7 de la Constitución del Ecuador, y el Art. 24 de la Ley Orgánica de
Comunicación.
Ver: Réplica solicitada por Marcelo Aguilar V.