Buena falta nos hace a los ecuatorianos de hoy el que alguien como Juan Cordero Íñiguez escriba la historia de los pueblos que habitaron el espacio conocido como “el Quito propio”, es decir el que va de Alausí a la tierra de los Patos, en la actual Colombia.
En efecto, fue Cordero Íñiguez, cuencano, director de la Academia Nacional de Historia en funciones, quien escribió una estupenda obra titulada “El Imperio Andino del Sol en el Sur Ecuatoriano. Conquista y Dominación Incaicas”. Años de estudio, centenares de citas bibliográficas, el talento y la ponderación de un historiador, todo al servicio de situarle al pueblo Cañari como protagonista de hechos que se los comprende como animados por lo que hoy se definirían como “razones de Estado”. Obra publicada en el 2007, a partir de entonces a nadie se le ocurrirá contribuir ‘con un granito de arena’, de no hallarse muy bien informado, y más si se trata de sustentar controversias sobre asuntos fundamentales.
En aquella historia, la que está por escribirse, la figura de Rumiñahui adquiriría connotaciones trascendentales. Nacido en Píllaro, perteneciente por ambos lados a familias principales llegó a General de los ejércitos de Atahualpa por sus méritos. A diferencia de Quisquis y Calicuchima, orejones de la familia imperial cusqueña, Rumiñahui fue un General plebeyo, si cabe el término, que nada tenía de Inca. Producto de la tierra.
Cuando los ejércitos quiteños llegaron a Cajamarca, luego de sembrar los corazones de los cañaris ‘traidores’, Calicuchima y Quisquis prosiguen hacia el sur hasta llegar al Cusco, defenestrado que es Huáscar. Rumiñahui permanece junto a Atahualpa. Llegan los españoles. El Emperador quiteño es hecho prisionero, irrescatable. La alianza hispano-cusqueña-cañari se da por descontado. Rumiñahui comprende que los españoles han venido para conquistar: dividir para reinar, quedarse. Rumiñahui abandona Cajamarca antes de que el espacio cañari se vuelva infranqueable. Es una razón de Estado la que le lleva a Rumiñahui al ‘Quito propio’. Serán quiteños y puruhuayes los que defiendan la heredad: leales hasta la muerte, son guerreros feroces. En la batalla de Tiocajas se impone el General Rumiñahui, quiteño por los cuatro costados. Erupciona el Tungurahua. Las tropas que vencieron a españoles, cañaris y cusqueños se dispersan; estuvieron a un paso de cambiar el curso de la historia. Rumiñahui y Tiocajas: hitos de nuestra identidad, la ecuatoriana de hoy.
Que se continúen pidiendo opiniones sobre el tema, no está mal, en tanto documentadas. Lo que no está bien entre otras cosas es que se repita que Rumiñahui signifique ‘cara de piedra’. Ñahui significa ojo. Rumiñahui o era tuerto y se ponía una piedra en la cavidad ocular (hay referencias) o su mirada era dura y fría como de piedra.