¿Se ha metido alguna vez en una? Ahí, en esas canastas en las que sube, sube, sube y cuando está arriba, cae, cae, cae, para llegar al mismo sitio donde empezó el recorrido, una y otra vez, hasta quedar mareado?
Para los que creíamos que la justicia era la señora de la balanza, más bien se parece a una rueda moscovita. La gente de acá (hablo de un pueblo, claro, grande pero, en esa mitad marginada del Ecuador que es la Amazonía), cree en ella a pie juntillas, porque además, supone que ha cambiado porque en una consulta popular se dijo que cambiaría y la propaganda dice que cambió. Confiada, se monta en la canasta y emprende un largo viaje que le llevará… al mismo sitio.
Tiene un problema. Presenta su denuncia. Primero, en la fiscalía para lo que llaman instrucción fiscal. Como no se resuelve, la presenta en la Defensoría del Pueblo. Como ahí tampoco se resuelve, intenta subir un poco y va al Consejo de Judicatura o a la Defensoría del Pueblo, o a la Contraloría. Como ahí no saca nada, acude a algún Ministerio. Si tiene suerte, hasta le recibe un Subsecretario y hasta un Ministro, muy amable, pero con poco tiempo, que le remite a otro sitio.
Como ahí tampoco se resuelve nada, logra ir, con palancas, hasta la mismísima Asamblea Nacional… que le remite nuevamente, a la fiscalía de su lugar de origen. Cuando el trámite ha pasado por no sé sabe cuántas manos, cuántas fotocopias y cuántos papeles y oficios notarizados, es decir, que hay que pagar, además, rogar para que le den factura, vuelve a Consejo de la Judicatura. Nada. Resulta que a ese funcionario que entró para cambiar la justicia, lo encontraron recibiendo una coima en un hotel, y lo llevaron detenido… si tenía las manos limpias como dijo en su discurso de posesión, esta vez, no se las había lavado.
La gente, inocente acumula papeles. Tantos, como los que carga Don Gualberto, que tiene ya tres maletines llenos de carpetas, copias de carpetas y copias de las copias, todas notarizadas, desde hace 6 años sin que nadie le dé una respuesta . Por si fuera poco, todos estos, escritos de forma ininteligible, palabras a reglón seguido, sin puntos ni comas. Ya sea un parte policial, un juicio de alimentos, un caso de tierras, el derrame petrolero que afecta a una finca, una empresa que no pagó nunca a sus proveedores y cuya estafa fue millonaria o un refugiado al que no le dan escritura de su lote aunque la ley diga lo contrario.
Al final, como Don Gualberto, está Don Gutiérrez y muchos dones y doñas de estas tierras, a los que la justicia les pide firmar tantos papeles que ya no sabe si son en su favor o en su contra porque no los ha podido entender. La rueda gira y gira, sin parar. No se detiene nunca. Y la justicia, no llega.