Impulsado en mucho por los desarrollos del conocimiento y por las innovaciones tecnológicas de la comunicación, las transformaciones contemporáneas más significativas delinean lo que seguramente puede caracterizarse como revolución cognitiva. Tanto actores como sistemas deben incrementar sus capacidades de reconocimiento de la complejidad en la cual se reproduce la vida contemporánea. La revolución cognitiva hace referencia a la necesidad de generar procesos comunicativos de producción de conocimientos que refuercen la capacidad de reproducción de la vida social, entendida esta como incremento de la seguridad ciudadana y de la democratización en el tratamiento del poder; comunicación y generación de conocimientos que contribuyan a generar sociedad y no solamente a volverlas más competitivas y eficientistas, dentro de una concepción que las reduce a una pura dimensión economicista.
La revolución cognitiva exige de radicales reformas educativas como respuesta a esta nueva condición de reproducción de las sociedades contemporáneas. El conocimiento es la piedra angular sobre la cual reposa la movilidad económica, pero también la cohesión social y la vida democrática de las sociedades. Igual razonamiento habría que desarrollar respecto de los medios de comunicación, los cuales intervienen crecientemente en la circulación comunicativa espontánea de la vida social. Cada vez se hace más difícil pensar los procesos comunicativos por fuera de las lógicas de construcción de sentido, en las cuales los medios de comunicación intervienen decisivamente.
Sin embargo, las respuestas que se proyectan desde el Estado para enfrentar el desafío puesto por la revolución cognitiva parecen ser insuficientes y en muchos casos pueden contribuir a generar más complejidad de la que deberían reducir. Es lo que parecería caracterizar a las actuales líneas de reforma en la educación ecuatoriana; un esfuerzo denodado por funcionalizar la educación a las lógicas de la modernización económica, lo cual introduce líneas de jerarquización asimétricas que, lejos de reducir las brechas de inequidad que genera el mercado, tiende más bien a reforzarlas bajo criterios de eficiencia, productividad y competitividad.
Comunicación, cognición y producción de conocimiento aparecen como variables cada vez más centrales en las sociedades contemporáneas. El desafío para el sistema educativo así como para los medios de comunicación, consiste justamente en potenciar sus propias capacidades de autoobservación, capaz de que sean estas instancias las que delimiten fronteras con los otros campos de construcción de realidad que los presionan, como son el mercado y la política. La revolución cognitiva es la forma que asume la demanda de democratización que caracteriza a las movilizaciones contemporáneas.