En América Latina, la idea de revolución se banaliza; se la usa sin juicio de inventario, no siempre es para cambiar el pasado, puede ser para mantener el presente.
Por una revolución, una sociedad llega a transformar sus estructuras socioeconómicas y el sistema de poder, por la intervención sostenida de la política. En los hechos, nuestra agitada vida política está poblada de supuestas revoluciones que más bien mantienen las estructuras sociales, las legitiman. Algunas fueron procesos de la modernización del momento que llevaron al Ecuador a cambios sustantivos en algún dominio de su vida. El cambio contemporáneo más significativo lo hicieron los militares con la “revolución nacionalista revolucionaria” en los setenta, con Rodríguez Lara. El Ecuador era una gran hacienda, en ella predominaban hacendados con cultura, valores, comportamientos e intereses de herencia colonial, que perdieron peso, mientras las tierras cambiaban de dueño. El sector financiero de Guayaquil, que acumulaba dinero y decisiones, debió cambiar de orientación para invertir en la producción a la cual el Gobierno promovía en un creciente sector industrial que sustituiría las importaciones; sector que después no supo –ni el Estado ni la sociedad- reorientarse para persistir. Ecuador dejó de ser la hacienda grande, su Estado promotor del cambio conjugó nacionalismo y modernización en un plan de desarrollo eficiente.
Hoy se vuelve a usar el término ‘revolución’ para cambios de otra índole. Mal podemos negar que Ecuador vive ahora cambios gracias al Estado. Pero, a pesar del discurso, mal podríamos ver una orientación hacia un cambio de estructuras socioeconómicas. A lo mejor vendrá por efectos de los cambios actuales en confluencia con acciones de otras coyunturas. En cambio, la modernización actual es del aparato del Estado y de ciertas políticas públicas. Pero poner orden en el Estado puede hacerse de mil maneras.
De la modernización burocrática actual mencionamos dos características. La renovación de procedimientos, al estilo del norte, una modernización de la gestión, con la medición de metas, el seguimiento electrónico, la planificación de los medios, el proceso de decisión tecnocrático… Y, siguiendo la tendencia tecnocrática, el considerar a la sociedad útil solo para apoyar sus decisiones ‘técnicas’, lo técnico sería sabio.
Ecuador fue una sociedad activa, organizada, contestataria, en búsqueda de razones y esperanzas, ahora es revolucionada para ser simplemente apoyo. Eso sí, es revolucionario en relación al Ecuador reciente. América Latina vive varias tentativas de revoluciones estructurales que solo terminan en cambios institucionales. Una revolución no se puede hacer en cualquier circunstancia y requiere de ideas, proyecto y voluntad, elementos que el Ecuador actual no tiene.