El amor todo lo puede, y la revolución ciudadana lo facilita haciéndolo posible’ a sus allegados. En base de esta premisa este Gobierno puso en marcha el programa del reencuentro familiar, para ayudar en el retorno de ecuatorianos que por mucho tiempo estuvieron trabajando en el exterior. Pero lo que nunca imaginé era que el plan para inmigrantes se aplicaba para extranjeros que llegaban a este país, siguiendo a su pareja.
Tampoco fui lo suficientemente perspicaz como para entender por qué la revolución ciudadana incluye en las leyes que auspicia, artículos que pasan de agache. Todo tiene una razón de ser. No hay nada que se les pase a los “maquiavelos” enquistados en el Palacio de Carondelet, para hacer que todo gire alrededor de sus intereses y los de sus agnados y cognados. En eso son magníficos.
En octubre del año pasado, la Asamblea Nacional aprobó la Ley Orgánica del Servicio Público, que días más tarde, su mentor puso el ejecútese, y se la publicó en el Registro Oficial. El artículo 5, en uno de sus párrafos, ordena que “Las personas extranjeras residentes en el Ecuador podrán prestar sus servicios en calidad de servidoras o servidores públicos en asuntos en los cuales por su naturaleza se requiera contar con los mismos”.
Pues bien, en base de ese artículo y del amor de un nicaraguense que perdió la cabeza por una importantísima funcionaria de este Gobierno (de aquellas que desde el inicio han sido “recicladas”, tanto en cargos en el país como en el exterior), a este señor la revolución ciudadana le ubicó como asesor del Ministro de Relaciones Exteriores. ¡Reunificación amorosa, y costosa para el Fisco! Es decir, en esa Secretaría de Estado, los dos funcionarios más altos en categoría, luego del señor Patiño, son extranjeros. ¿Acaso no hay ecuatorianos ilustres y mejor preparados que el nicaraguense al que me refiero? Lo que pasa es que no son la pareja de una guapa ministra del gabinete de Correa. El Servicio Exterior ecuatoriano ha escrito páginas brillantes en la historia internacional, y ahora se lo menosprecia.
Tanto rechazan a los funcionarios de carrera del Ministerio de Relaciones Exteriores, que hasta se nombró a un joven de 23 años de edad para que con rango de tercer secretario se desempeñe en la misión ecuatoriana asignada a Naciones Unidas en Nueva York. En este caso, se trata del hijo de un importante funcionario del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social.
“Dando y dando”, uno da dinero ajeno, y el otro le paga nombrando “con infinito amor” al vástago del prestamista en un cargo internacional.
Esto demuestra que la política exterior ecuatoriana no tiene rumbo propio.
O se alinea a lo que le ordenan desde Caracas, Managua o La Paz, o solo sirve para pagar favores, económicos o de amor, de los allegados al señor Correa.