El documental de María Fernanda Restrepo, ‘Con mi corazón en Yambo’, ha reabierto heridas, recuerdos y enseñanzas que contribuyen a alimentarnos de humanidad, en especial a las nuevas generaciones. Mas también llama a cerrar un tema extremadamente doloroso para la familia Restrepo y vergonzoso para la Policía y el Estado. (Tema que no debiera ser manipulado políticamente).
‘Con mi corazón en Yambo’ es un homenaje a la capacidad de lucha, a la perseverancia y a la aptitud de remontar la pena, rabia e impotencia de una familia, que de pronto experimentó un giro de 180 grados en su vida al perder a dos de sus hijos adolescentes, a causa de una políti-ca de Estado que fomentaba la tortura y la violencia.
La pérdida ocasionó un sufrimiento extremo que llevó, en los primeros momentos, a una madre casi a la locura y al padre a hundirse en el alcohol. Sin embargo, la esperanza de encontrar a los hijos, de buscar la verdad o de desenmascarar a los asesinos, transformó a los desconsolados familiares en heroicos gladiadores que venciéndose a sí mismos, rompieron el cerco de los asesinos y difamadores, motivaron a parientes de otros desaparecidos creando una ola de solidaridad del pueblo ecuatoriano, para finalmente sacudir la institucionalidad protegida por gobiernos timoratos. A partir de esta lucha, el Ecuador aprendió a entender y a valorar mejor la vida y los derechos humanos.
Mas, ‘Con mi corazón en Yambo’ también nos lleva a pregun-tarnos ‘por qué’ determinadas élites para defender sus intere-ses transformaron al Estado y a sus instituciones en maquinarias dementes operadas por seres humanos que, a su vez, fueron sistemáticamente ‘formados’ para perder su condición de tales y convertirse en instrumentos de muerte.
Para entender los sistemas de entrenamiento para la tortura, cabe volver a leer el libro ‘El testigo’, publicado por Hugo España en 1996, el policía que ayudó a develar el caso Restrepo. Describe la crueldad, humillaciones y castigos de aquellos cursos de ‘formación’ de Policía (que presumimos fueron modificados); comparte las ‘enseñanzas’ en técnicas de martirio a aplicarse en la ‘investigación’, así como los ‘ejercicios’ para despojar al cursante de su humanidad y sentimientos: “Nos ordenaban la crianza de animalitos domésticos (perros), a los que luego de algunos meses de criarlos nos obligaron a que los matemos… ordenando que después de abrirles el estómago con un puñal, les saquemos con la boca un órgano cualesquiera del cuerpo del animalito”…“se utilizaban siluetas de madera o cartón con los nombres de nuestras madres, para que disparemos sobre ellas”.
Que la humanidad de los Restrepo nos llegue a todos, a los violentos con poder y al Estado: a las leyes e instituciones que administran la fuerza y la justicia, por ahora a las reformas al Código Penal.