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Un nuevo término se ha incorporado en el vocabulario del oficialismo. A los ya trillados y desgastados términos como revolución ciudadana, régimen del Buen Vivir, neoliberalismo, patria grande o partidocracia, el presidente Rafael Correa ha incorporado otro: la restauración conservadora.
Sí, otro vocablo para repetir de manera automática y cansona en todos los espacios públicos.
Tengo que confesarles que cuando uno escucha esto de la “restauración conservadora” causa mucha confusión.
En mi caso, yo no sabía si el Presidente hablaba de la oposición o si se refería al derrotero que ha tomado en el último tiempo el “proyecto de la revolución ciudadana”.
Esta confusión se aclara parcialmente cuando escuchamos en detalle al presidente Correa. La restauración conservadora se refiere a la oposición y, sobre todo, a la contraofensiva que ha mostrado a partir de las elecciones del 23 de febrero.
Sin embargo, tal como lo mencionó el propio Correa en el Encuentro Latinoamericano Progresista (ELAP) realizado en Quito hace pocos días, el peligro de esta restauración conservadora no tiene efectos solamente electorales sino que incluso pretende frenar los “procesos progresistas que los gobiernos populares y de izquierda han emprendido en los últimos años para recuperar la soberanía nacional”.
Como uno nunca deja de cuestionarse todo, me pregunto: ¿A qué se refiere el Presidente cuando habla de gobiernos progresistas, de izquierda y soberanos? ¿Progresismo es explotar el Yasuní-ITT y profundizar el modelo neoextractivista en el Ecuador? ¿Gobierno de izquierda es aquel que se opone a la despenalización del aborto y al matrimonio igualitario? ¿Presidente de izquierda es aquel que criminaliza la protesta social y persigue a través de la justicia a líderes sociales e indígenas?
¿Rescatar la soberanía nacional significa someterse al imperialismo chino?
¿De qué estamos hablando a la final?
¿Todo esto no es esto otro tipo de restauración conservadora?
Da la impresión que esto de la restauración conservadora tiene otras implicaciones. ¿No busca el oficialismo remozar nuevamente un proyecto político que en sus inicios tenía algo de izquierda? ¿Acaso quieren demostrar a los sectores sociales y grupos de izquierda que este gobierno no se ha “derechizado”? ¿Pretenden detener el declive que Alianza País comienza a tener después de las elecciones del 23 de febrero? ¿No es otro medio o camino para justificar ante todos de que hay buenas razones para promover la reelección indefinida?
A más de ello, llama la atención la ausencia de autocrítica y pobreza en el debate de las ideas de parte del oficialismo.
Más allá de una crítica a la oposición, deberían preguntarse por los aspectos que deberían renovar el proceso y darle nuevamente sentido. Su sesgo y falta de visión no les permite ver más allá de sus propias y reales limitaciones.