Los ecuatorianos están abocados otra vez a observar una campaña electoral de cara a los próximos comicios presidenciales y legislativos. Este ejercicio cívico es importante pero no el único en democracia, que no solo es votar cada cuatro años en las urnas. Hay que partir que por falla personal se miran los toros de lejos y la real participación y la veeduría ciudadana, consagrada en la Constitución, no se ha cumplido a cabalidad.
Uno es el país ideal, de respeto mutuo entre los diversos actores políticos aun cuando mantengan discrepancias y críticas, propias de una sociedad pluralista. Sin insultos ni caer en el juego que provoca y que genera reacciones equivocadas en la misma línea. Unir esfuerzos para salir adelante de la pobreza, mejorar la calidad de los servicios públicos, la educación, la salud, la seguridad. Combatir la corrupción y no anclarse en la defensa cuando este mal ha sido parte de todas las administraciones, aunque en unas con mayor acento que en otras y, lo que es más grave, con una impunidad evidente.
Debatir los grandes temas nacionales con propuestas, sin imposición de nadie; demostrar tolerancia, apertura y saber escuchar y procesar las demandas viables, incluso aceptar la crítica como un mecanismo social civilizado.
Respeto a los DD.HH. de todas las personas, sin distingo de religión ni filiación política, como consagra la Carta Universal y la Constitución vigente, incluso atender obligatoriamente la acción de protección cuando exista la vulneración de los derechos constitucionales por actos u omisiones de cualquier autoridad. Contar con una administración de justicia transparente, hoy manchada con los señalamientos de la Veeduría Internacional y se lavan las manos, sin respuestas oficiales concretas. Una institución que haga la investigación preprocesal y procesal penal en forma ágil y oportuna, no sometida al poder, cualquiera que este sea, que no tape la corrupción o dilate las indagaciones de quienes han dilapidado recursos del público, que han cometido irregularidades y hasta aceptan públicamente, pero les alcahuetean. Los casos están a la vista.
Los ciudadanos son los primeros llamados a actuar con responsabilidad, abrir bien los ojos y no caer en el juego de la demagogia política. Con ello ejercer un voto responsable a favor de los candidatos que libremente escojan, pero bien informados y con cabal conocimiento de causa. No se puede aplaudir las cosas con una “fe ciega” a cambio de una dádiva o desechar algo con los ojos cerrados o alienados por la propaganda, lo que significa una irresponsabilidad con el presente y el futuro.
Hay que reflexionar el país que se deja a los hijos y los nietos, que sufrirán las consecuencias, aunque los padres disfruten el presente y no vean con visión el futuro que vivirán las nuevas generaciones.