En períodos de crisis económica se revalora la importancia de la utilización de los recursos en la atención de necesidades inmediatas, es decir prioritarias. El mundo globalizado, en el que coexiste la riqueza inconmensurable con la pobreza abyecta, ha dado lugar a un repunte del derroche y dispendio de dinero y mercancías. El gasto millonario en armamento y el enorme desperdicio de alimentos en el mundo son pruebas de ello.
Los países de bajo desarrollo, como el Ecuador, carecen de una gestión adecuada de la asignación de recursos, que combine las necesidades con las prioridades. Los gastos sin sujeción a objetivos de beneficio para quienes más lo necesitan, o que no repercuten en el mejoramiento de su capacidad productiva, son otra forma de dispendio.
Para modificar las debilidades estructurales de la economía y organizar la utilización de los recursos en la generación de inversiones productivas, es importante revitalizar la planificación económica y social, relegada por la ola neoliberal. No se trata de elaborar planes inflexibles o retóricos sin viabilidad; se requieren objetivos de beneficio nacional, de la participación de los agentes productivos en una misma dirección, de capacidades de adaptación a las circunstancias cambiantes y de una firme voluntad política.
Ante la crisis que vive actualmente el país, la continuidad del periodo gubernamental –que puede resolverse solamente mediante acuerdos políticos- exige que el presidente de la república recoja la lección dada en la consulta por el voto de inconformidad con su gestión. La economía nacional y su recuperación requieren de un plan emergente con prioridades económicas definidas políticamente, con el compromiso de la población. Alcanzar el bienestar social es el reto.
Es hora de superar el paradigma del equilibrio macroeconómico y otorgar un rostro humano al capitalismo: trabajar por la gente, atender sus necesidades prioritarias, luchar contra la pobreza.