Correa dijo que su ministro del ‘garrote’, responsable de la represión, es un inepto, porque el día de la aprobación de las enmiendas constitucionales debió actuar más duro, debió reprimir más y más pronto. Dijo que la Policía fue lenta e inactiva con los manifestantes.
Correa no estuvo allí. Estaba en París dando cátedra de ecologismo con su experiencia del Yasuní. Yo sí estuve en la marcha. Por ello doy razón de lo que sucedió. La acción fue pacífica. Todo el día se mantuvo la protesta en las cercanías del Palacio Legislativo, más defendido que un campo de concentración.
A las cuatro de la tarde, el pueblo se juntó en la Caja del Seguro. Entonces salió un enjambre de motos que arremetió contra la gente, inclusive invadiendo el parque de El Ejido. Luego vinieron bombas lacrimógenas, lanzadas hacia la multitud con riesgo de que estallaran en el cuerpo de la gente. Así se impidió la marcha.
La gente se congregó en la plaza de El Arbolito. Unos cuantos valientes desmantelaron una barricada en la avenida 12 de Octubre y trataron de pasar. Fueron reprimidos con golpes y bombas lacrimógenas. Luego, inesperadamente, la represión se generalizó. Se lanzó caballada al parque, donde había mujeres, niños y personas sin armas, que simplemente estaban allí acompañando.
A los caballos siguieron las motos, perros y personal de a pie que golpeaba y lanzaba bombas a la gente que corría para protegerse. ¡Casi un ejército para reprimir a personas inermes! El presidente de la CTE, Édgar Sarango, fue apresado y maltratado. No realizó ningún acto de violencia. Es un dirigente social recto y tranquilo, con prestigio nacional e internacional. Estaba allí con sus bases que protestaban pacíficamente.
César Montúfar estuvo con nosotros solidarizándose con los dirigentes obreros e indígenas. En el ataque fue apresado por un piquete de policías que lo maltrataron. Luego lo liberaron con su protesta, porque quería estar con el resto de detenidos. Carlos Pastor se acercó a preguntar por qué lo apresaban y también lo tomaron preso. Un brillante y consecuente profesor de la Universidad Andina y un distinguido alumno suyo fueron víctimas de la represión y la irracionalidad, que cobró más de 40 víctimas.
Estuve allí junto a los miembros de la comunidad universitaria de la Universidad Andina por solidaridad con los movimientos sociales y como testimonio del derecho a la protesta y a la rebeldía que debe ser defendido por la universidad ecuatoriana. Pero yo no tengo que explicar por qué estuve allí. Quienes guardan silencio cuando la educación superior es agredida deberán decir por qué no estuvieron.
La represión fue feroz y generalizada. Pero Correa está en lo correcto. Fue insuficiente para detener a la razón, a la voluntad de un pueblo de sacudirse del despotismo. Y seguirá siendo insuficiente.
eayala@elcomercio.org