Con notable coincidencia, antes de que termine este año, se habrán realizado elecciones presidenciales en las dos principales potencias nucleares: Rusia y EE.UU. Tuvieron lugar dentro del mayor país surgido de la desintegración de la Unión Soviética, y para noviembre estará ya claro quién dirigirá a los estadounidenses durante los próximos cuatro años.
Aquellos procesos cívicos han registrado variadas peripecias, según corresponde en cada caso a una democracia formal muy joven como la rusa y otra que resulta mucho más madura, como la estadounidense, aun sin tomar en cuenta otras diferencias conceptuales, pues una es república de corte parlamentario, mientras que la segunda es el ejemplo más característico de una república presidencialista.
Quiénes serán los titulares del Poder Público; cuáles son sus ideas y modos de actuar, sus personalidades y caracteres, resultan indudablemente factores claves para descubrir decisiones posteriores, que no solo interesarán a los propios moradores de los respectivos países, sino que en virtud de la expansiva ‘globalización’, determinarán efectos sobre grandes sectores de la humanidad.
Los actuales titulares del Poder revelaron las intenciones de jugar en los escenarios del caso, a la carta de la reelección inmediata, pese a las debilidades de este procedimiento. Parece obvio que siempre sufre la competencia verdaderamente limpia, con los otros posibles candidatos; la presencia constante ante la ciudadanía es una clara ventaja, aún sin tomar en cuenta, otras quiebras mucho más sensibles, motivadas por la pasión del Poder, una de las más exigentes para los políticos, tales como la utilización de las maquinarias burocráticas, el empleo irregular de los medios de comunicación oficiales, todavía peor la desviación de los fondos públicos, desde su fin propio de servir solo al Bien Común, hasta la satisfacción de mezquinas ambiciones .
De hecho, las elecciones de Rusia han levantado ya graves cuestionamientos. Quizá la propia contundencia de la real o aparente victoria de Vladimir Putin, quien habría alcanzado el 64 % de votos sobre todos los otros aspirantes juntos, de tres sufragantes dos le dieron su apoyo ostensible, sea en sí misma sospechosa, no obstante que se ha recapitulado la multitud de ofrecimientos –en todas partes se cuecen habas– algunos hasta funambulescos, que Putin realizara durante la campaña.
A su vez, dentro de una atmósfera informativa mucho más libre, cada día periódicos y canales de TV revelan los criterios y las ofertas de los aspirantes estadounidenses, en cuanto corresponden al anhelo de la postulación del Partido Republicano, dado que en el Partido Demócrata no hay este momento discusión alguna sobre la firme candidatura de Obama. Más bien el talón de Aquiles podrían ser las expectativas que levantó el triunfo de hace cuatro años y la escasa medida en que ellas se han materializado.