Reivindicación del liberalismo
Si algún concepto político ha sido incomprendido, denostado, confundido y manipulado, ese es el liberalismo. Los conservadores, primero, la izquierda socialista, después, han sido sus constantes enemigos. Buena parte del discurso del neopopulismo latinoamericano se sustenta en la simplificación aquella de identificar al liberalismo exclusivamente como la “perversa doctrina” del capitalismo de casino, e interpretarlo como la fuente de todos los males, la renuncia a todas las soberanías y el fundamento de todas las explotaciones. Pero, como en todo lo humano, en este tema hay distinciones que la literatura al uso ha tergiversado e ignorado a sabiendas.
I.- Los liberalismos.- Hay el liberalismo político y el liberalismo económico. El “neoliberalismo” es una palabra con mucha fortuna mediática, dotada de gran habilidad discursiva, y es una construcción deformadora que ha causado (i) la satanización, por la vía de la generalización y de la propaganda, de toda propuesta liberal, (ii) la confusión interesada entre los dos matices del liberalismo, (iii) la sugerencia de que el liberalismo es únicamente la expresión de una faceta del capitalismo; (iv) el olvido interesado de que el liberalismo fue el referente del constitucionalismo, el “inventor” del Estado de Derecho, y el contradictor del conservadurismo, del fascismo y de las dictaduras; (v) que nació como respuesta al absolutismo y que puso en entredicho a los fundamentos del poder y a las estructuras de los estados intervencionistas; (vi) incluso, se ha inducido a la confusión entre liberalismo y “fascismo de mercado”, confusión en la cual hasta las dictaduras, represoras y todo, paradójicamente resultan “liberales”.
II.- Las tesis olvidadas del liberalismo.- La promoción de la “maldad esencial de liberalismo” ha generado la convicción de que sus tesis no irían más allá de algunas recetas económicas propuestas por organismos multilaterales, de los programas de ajuste, de las privatizaciones y de la desburocratización de la administración. Esto ha llevado al olvido engañoso de tesis políticas y filosóficas de factura liberal, que son el fundamento de las sociedades modernas, la sustancia del Estado de Derecho y la esencia de los derechos fundamentales, ahora paradójicamente interpretados como “conquistas socialistas”, cuando los socialismos totalitarios son los más refinados enemigos de esos derechos, porque el individuo con dignidad estorba al proceso de masificación y a la ingeniería social que promueven esos colectivismos, dirigida a la construcción del “nuevo hombre”: esclavo de la política y sirviente del poder.
2.1.- El individuo, centro de la política y de la economía.- Para el liberalismo, el centro del mundo es el individuo de carne y hueso, con sus derechos y su dignidad. Sobre él no prevalece ningún colectivo, nación ni pueblo, ni dogma. El Estado está al servicio de las personas, y solo se justifica como entidad legítima para la generación de las condiciones necesarias a fin de que exista un mínimo de convivencia civilizada que permita el ejercicio de las libertades bajo la ley. La libertad, la ausencia de coacción, es el valor superior, y su correlato, la tolerancia y la responsabilidad.
2.2.- El principio de los “derechos retenidos”.- Bajo la teoría contractualista de la formación del Estado, principio fundamental del liberalismo es el de que el único titular originario de todos los derechos es el individuo, quien, al formarse la entidad política, le transfiere en forma condicional algunos derechos políticos, los necesarios para asegurar la convivencia y promover la iniciativa y las libertades. “Se ceden algunas libertades en forma condicional, a cambio de seguridad”. Pero los derechos fundamentales (la vida, la integridad, la opinión, las garantías judiciales, etc.) no se ceden; al contrario, se retienen, y el individuo jamás pierde su titularidad. El Estado queda condicionado a cumplir las tareas provenientes del encargo provisional que los individuos le hacen; queda condicionado a someterse a la Ley y a responder por los actos de sus funcionarios. El Estado no tiene derechos, tiene apenas facultades legales revocables.
2.3.- La libertad de conciencia.- Para el liberalismo, la primera y fundamental libertad es la de conciencia, de allí nacen las demás. De allí su enfrentamiento con la Iglesia. De allí la vinculación esencial entre laicismo y liberalismo. De allí también el principio del límite a los poderes y el concepto del “espacio de autonomía de las personas” y la condena a toda suerte de absolutismos, dogmas y catecismos. Los librepensadores fueron y son liberales. Asociada a la libertad de conciencia, está la tolerancia.
2.4.- El Estado mínimo.- El liberalismo propicia el “Estado mínimo”, bajo el presupuesto de que el poder es inevitable, pero no deseable como opción para construir un “ogro filantrópico”, ni para edificar un gigante que desplace a la sociedad y que la suplente como creadora de riqueza, generadora de cultura y de espacios para ejercer las libertades. El Estado obeso no es tesis liberal. El Estado mínimo concilia con el concepto del “individuo pleno”. En los totalitarismos, los conceptos que conjugan entre sí son los de “Estado máximo” e individuo sometido y mínimo.
2.5.- La democracia liberal.- No toda democracia es liberal. Hay la democracia “anti liberal” sustentada en el absolutismo de las mayorías y en la expansión del poder. Hay la democracia plebiscitaria, que pretende eliminar al otro y consolidar la intolerancia en nombre de las masas. En realidad, la democracia se ocupa de legitimar el poder en nombre del pueblo. El liberalismo se ocupa, en cambio, de limitar el poder, incluso el del pueblo.