Project Syndicate
Las crisis siempre han sido tiempos de auge para la experimentación monetaria, y la debacle económica de 2008 2009 no ha sido la excepción. Este fenómeno recurrente se basa en la idea instintiva de que la causa de los males económicos siempre es monetaria, así que también ha de ser monetario el remedio. O hay demasiado dinero (y eso provoca inflación) o hay demasiado poco (y el resultado es depresión). Así que los reformadores monetarios (entre los que nunca faltan maniáticos y charlatanes) buscan “ordenar la oferta monetaria” y evitar que sus oscilaciones perturben la economía “real” (la producción y el comercio).
Otra motivación es anticiparse a la necesidad de someter el orden establecido a cirugías más drásticas. Si las fluctuaciones monetarias son la principal causa de fluctuaciones, y se puede garantizar una oferta monetaria adecuada para sostener la actividad económica normal, no habrá necesidad de que el gobierno interfiera. Esto es el núcleo de la doctrina de economistas del libre mercado.
Pocos se acuerdan de que el New Deal del presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt comenzó con una flexibilización cuantitativa (FC). Cuando Estados Unidos todavía estaba dentro del patrón oro, el Tesoro compró grandes cantidades del metal para aumentar su precio y con él, el poder adquisitivo de los agricultores endeudados. En general, se considera que la intervención a gran escala del gobierno de FDR sobre el precio del oro (cuyas fluctuaciones llevaron a John Maynard Keynes a decir que era como si el patrón oro estuviera borracho) fue ineficaz. Pero para contrarrestar la debacle de 2008, el presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos (el monetarista Ben Bernanke) y otros directores de bancos centrales revivieron la idea, en la forma de compras masivas de títulos públicos. La “política monetaria no convencional” se convirtió en el mecanismo estándar de recuperación (Keynes sin duda hubiera dicho que ahora los que se habían emborrachado eran los bancos centrales). La mayor parte del dinero nuevo terminó usándose para atesoramiento o especulación, pero la FC consiguió evitar una política fiscal expansiva.
Tras las dos crisis hubo intensos pedidos de reforma bancaria. En 1933, en Estados Unidos se aprobó la Ley Glass-Steagall, que prohibió a los propietarios de bancos comerciales especular con los depósitos de sus clientes. Después de 2009, la Ley Dodd-Frank en Estados Unidos, el Informe Vickers en el Reino Unido y el Informe Liikanen en la Unión Europea intentaron crear un sistema bancario más “resistente” . Pero no se tuvo en cuenta que las perturbaciones en el sistema bancario fueron efecto, no causa, de las perturbaciones económicas”. Este es el contexto en el que hay que entender el auge de las criptomonedas (la última explosión de la manía monetaria).