Un comercial turístico sobre el Ecuador, durante la transmisión del Super Bowl, era una muy buena idea. Exponer a millones a un video que muestre las bondades turísticas del Ecuador, pese a que suponía pagar más de USD 4 millones por apenas 30 segundos, era audaz y encendía optimismos.
Estaba, además, el supuesto de que esos comerciales suscitan una conversación en medios y redes sociales que puede durar meses.
Pero pasadas las primeras semanas, los resultados lucen tristes.
De lo que se ha podido ver en Internet, no hay una sola lista -de las cientos que se publican en los EE.UU.– que incluya al comercial del Ecuador entre los mejores. Sería interesante que el presidente Rafael Correa cite la fuente que lo llevó a afirmar en su cuenta de Twitter que el comercial ecuatoriano ha sido nombrado como “el segundo mejor” (la referencia de segundo siempre nos lleva al caso de La Marsellesa y nuestro Himno), porque de lo que se ve en publicaciones especializadas y en los medios tradicionales, el spot que nos incumbe brilla por su ausencia.
En lo digital, en EE.UU. el resultado es pobre. La firma especializada en impacto digital iSpot.Tv no lo incluye entre los 10 primeros.
Pero decir que el comercial fue plata botada sería impreciso. Claro, eso depende de si el interés es turístico o… político.
En el Ecuador el spot tuvo un impacto singular. En redes disparó entusiasmo, orgullo y una variadísima gama de manifestaciones patrióticas. El Ecuador está ya en las grandes ligas, era la sensación que circulaba, algo parecido a lo que ocurrió cuando se lanzó a Pegaso y miles pensaron que su ‘lindo Ecuador’ se estaba codeando con las potencias siderales.
Al fin de cuentas, en política, mantener vivo el optimismo nacional es inmensamente rentable y, eso, no tiene precio. Eso lo saben a la perfección los ‘creativos’ que trabajan en campañas publicitarias y que en el Ecuador se han consolidado, usando palabras de los de Podemos, en toda una “casta” política.
Si bien no hay cómo afirmar que el spot fue concebido como una herramienta de propaganda política interna, en la realidad terminó operando así y operando muy bien.
Pero la victoria fue pírrica. En menos de dos semanas, el cómico inglés John Oliver ridiculizó hasta no poder más a la guerra que Rafael Correa ha declarado a sus detractores en redes sociales, socavando gravemente en tres minutos y pico esa suerte de ‘orgullo nacional’ que la casta de los ‘creativos’ ha cultivado exitosamente a través de campañas publicitarias.
Entregar la imagen de un país a los ‘creativos’ siempre lleva riesgos. Campañas como la de ‘somos más’ puede tener efecto de marketing político puertas adentro, pero son profundamente ridículas a los ojos de un observador externo.
Oliver hizo lo obvio: caricaturizar lo caricaturizable. Y claro, de paso, dejó estropeada la imagen de este país por la que se gastó USD 4 millones en el Super Bowl.