El corazón es un órgano complejo, permanentemente activo, que descansa únicamente con el fallecimiento de la persona a quien ha provisto de sangre y oxígeno durante toda la existencia. Su trabajo armónico mantiene presiones, flujos, y salud. Sus alteraciones enfermedades múltiples.
Nuestro país ha sido históricamente privilegiado con la presencia de extraordinarios médicos cardiólogos, los pocos que abrieron este campo, y los muchos que los han heredado.
En los albores de la década de los cincuenta un destacado estudiante de medicina, Marcelo Moreano Dávila, que había nacido y recibido la educación primaria en la ciudad de Otavalo y la secundaria en el internado del colegio San Gabriel de Quito, se sentía fuertemente atraído por la cardiología y era consciente que el médico, para optimizar su preparación, debía acudir a cuatro fuentes: la facultad, el hospital, los libros y la especialización en centros desarrollados. La Facultad: la de Medicina de la Universidad Central; el hospital: el Militar, al que ingresó con el grado de soldado, por invitación de su maestro, el Dr. Miguel Salvador; los libros: voluminosos tratados científicos; los centros desarrollados: La Fundación Agustín Castellanos en La Habana, Cuba (1955). El Dr. Castellanos, inventor del cateterismo cardíaco y preceptor imperecedero del joven profesional ecuatoriano, lo impulsó a que continuara su preparación en la Universidad de Illinois, en el Hospital de Cook County (1957).
Pletórico de este bagaje científico regresó a su país, para trasmitir sus novísimos conocimientos. Su actividad docente prolífica se expandió a la Facultad de Medicina de la Universidad Central del Ecuador y cursos de post grado a las Universidades Técnica Particular de Loja, Andina Simón Bolívar, Estatal de Guayaquil y de Loja.
En su dilatada vida científica se vinculó a organizaciones cardiológicas norteamericanas, interamericanas y sudamericanas, fue presidente de muchas de ellas. Presidió la Sociedad Ecuatoriana de Cardiología y la Academia Ecuatoriana de Medicina. Participó y dirigió congresos en el país y en el exterior. Escribió 25 artículos científicos.
Fue precursor de la cirugía endovascular y practicó el hemodinamismo y la angiocardiografía. Los modernos procedimientos de intervencionismo y hemodinamia: dilatación de arterias coronarias, colocaciones de stents, reemplazos valvulares y otros, han reducido al máximo los riesgos de las operaciones a corazón abierto, al perfeccionar trabajos como los de Moreano.
En su hogar se fusionaron armonía, amor y medicina. La Dra. Elsie Barragán Romero, su esposa, compartió con Marcelo las aulas universitarias y la labor profesional. Las tertulias familiares incluían el aporte de sus tres hijos, dos de los cuales son igualmente médicos. La Medicina Ecuatoriana ha perdido a uno de sus excelsos representantes, pero la obra y el legado de este ejemplar médico ecuatoriano, permanecerán inolvidables en la inmortalidad.