En la Asamblea Nacional se fabrica un juicio político al presidente Guillermo Lasso bajo el supuesto de que ya tienen los votos. Ecuador no es un país de leyes ni reglas. Se imponen los votos, el capricho, el chantaje, el sofisma. No han sido convincentes las denuncias periodísticas, las explicaciones de la fiscalía, el informe de la comisión legislativa, las respuestas del gobierno; ojalá lo sea la Corte Constitucional.
Un ejemplo de picardía y corrupción viene de España. Se ha puesto al descubierto que un equipo de fútbol pagaba 70.000 euros mensuales al vicepresidente de la comisión de árbitros. No tiene sentido asistir al estadio o hacer apuestas si está todo arreglado. Sin embargo, siguen llenos los estadios.
Se cuenta de otro pícaro en España que cobraba a los equipos para influir en los árbitros; garantizaba la devolución del dinero cobrado si el equipo perdía. Se sentaba en la tribuna y miraba tranquilamente el partido. Si ganaba el equipo que había pagado se quedaba con lo cobrado, si perdía, devolvía el dinero.
La política ecuatoriana juega sin reglas, por eso es incomprensible. La mejor metáfora de nuestra política ha sido acuñada por el sociólogo Raúl F. Proaño. Dice que la última elección de autoridades seccionales, vocales del Consejo de Participación Ciudadana y aprobación o desaprobación de ocho enmiendas a la Constitución, fue como jugar fútbol, baloncesto y vóley en una cancha con un aro de baloncesto en un lado, un arco de fútbol en otro lado y en la mitad una red de vóley. Lo demás ya pueden imaginar ustedes. Lo más absurdo es que, además, quisieron comprar al árbitro.
En la absurda cancha de la política nacional, los diputados quieren destituir al presidente con una denuncia periodística basada en una investigación archivada; la Fiscalía toma parte reabriendo la investigación; el demócrata Iza promete un levantamiento si no hay destitución; el gobierno amenaza con la muerte cruzada, pero los espectadores tienen que irse a trabajar.