¿Izquierda vs. derecha? Nada de eso. Una confrontación así pertenece al pasado. En los turbulentos tiempos que corren, Estados de América Latina se ven enfrascados en una batalla por su supervivencia que enfrenta a dos bandos diametralmente opuestos.
Por un lado, se hallan los regímenes de ‘bandidos’, que están dispuestos a todo, que militan por el uso de la violencia de toda clase. Y que incluso estarían dispuestos a ir a un baño de sangre, para mantenerse en el poder, a pesar de las múltiples inmoralidades y el despilfarro que se les imputa.
Por otro, como si estuvieran permanentemente a la defensiva, se encuentran los gobernantes que defienden la división de poderes, las libertades, con la de expresión a la cabeza, y que abogan por el fortalecimiento de las instituciones y el manejo transparente de los recursos del Estado.
¿Por qué se ha llegado a este punto? Sin duda, por la innegable influencia nociva en países de la región de una ideología, el castrismo, que a todas luces ha resultado peor que la ‘peste roja’. Una ‘pandemia’, que casi seis décadas después de que apareciera en las Américas, sigue causando destrucción, dolor, pobreza divisiones políticas, derramamiento de sangre, fanatismo, corrupción y fraude.En suma, se trata de un modelo que ha esclavizado o que ha convertido en reos o rehenes de una idea a millones de personas.
Es también un sistema que ha permitido el acceso al poder de individuos descalificados, ‘asesinos’ en potencia, que están dispuestos a matar y a sacrificar para garantizarse la permanencia en el tiempo de su modelo. Una ideología que ha posibilitado que individuos sin escrúpulos y con antecedentes penales accedan al poder y decidan el destino de miles de sus conciudadanos, a la vez que niegan a los votantes expresarse en libertad en las urnas…
No es más que una utopía política que ha parido a alguien como el vicepresidente de una república bolivariana, que ha sido acusado por EE.UU. de narcotraficante y de colaborar con grupos terroristas.
La confrontación sigue…