Sin verdaderos partidos no puede haber una auténtica democracia. Los partidos y movimientos no deben ser empresas electoreras con fines económicos, que ven a la política como un negocio y no de servicio al país; que buscan prebendas, cargos y beneficios personales. Por ello se impone respaldar reformas al sistema político electoral. Una de ellas planteada por Participación Ciudadana, un grupo de académicos y prestantes ecuatorianos, pero hay otras voces que respaldan a fin de no seguir viviendo un esquema corrupto, que tiene atrapado al país.
Se ha puesto en debate la necesidad de una consulta popular para reformar el sistema judicial, cambiar la estructura del Estado, creada en el nefasto correísmo y que permitiera la toma de los organismos de control y la metida de mano en la justicia. El planteamiento es importante, pero también el sistema político está colapsado y no puede seguir funcionando como les da la gana a sus dirigentes.
Una de las evidencias de este sistema corrupto se refleja en la Asamblea Nacional, desprestigiada por sus actores, que actúan de acuerdo con los intereses personales y de sus grupos y no en función de la representación popular y de servicio al país. Muy difícil que la Asamblea apruebe esa reforma política y por eso la opción es la convocatoria a consulta popular que debiera hacer el Ejecutivo.
No pueden existir más de 250 partidos y movimientos. Incluso, más grave, un centenar de nuevas organizaciones está en trámite de aprobación a nivel nacional, provincial y cantonal. Una burla más en medio de la inacción de las élites y la indiferencia ciudadana.
No puede mantenerse intocado el actual sistema político, que está colapsado y prostituido, en donde los caciques mandan y escogen candidatos, para disponer de curules y puestos de elección popular al mejor postor, sin preparación ni decoro para ejercer dignamente un cargo público. Cuántos años de engaño y de mentiras mientras los problemas sociales, de pobreza e inseguridad siguen presentes y sin soluciones.