Las limitaciones e impotencias de los cambios en el Código de la Democracia dejaron ver sus costuras en estas elecciones primarias.
Ciertamente la pandemia impuso unas condiciones que nadie podía esperar en tiempos de ‘vieja normalidad’. Pero fue una auténtica pena que por la dispersión del parlamento y las opiniones divergentes entre los miembros del Consejo Electoral no se hayan emprendido en otras reformas que eran de fondo.
Todo, para abandonar la época tenebrosa de una autoridad electoral sometida a un solo poder vertical y siniestro que se impuso en el país con autoritarismo sumo.
Uno de los temas que ojalá se arregle de una vez por todas en la siguiente reforma es aquel de la avalancha de partidos y movimientos. Tumulto no es democracia.
280 membretes no son 280 doctrinas. Son intereses personales, grupales y muchas veces inconfesables que han manchado la credibilidad del sistema democrático.
Se requiere ser caraduras para presentar un millón de firmas de adhesión y luego obtener un puñado insignificante de votos.
Esa práctica es una estafa a la fe pública.
El Ecuador debe regular mejor este asunto, facilitando la participación doctrinal, estimulando las escuelas de líderes y las discusiones donde líneas de pensamiento y debates ideológicos con profundidad y de forma abierta formen a los afiliados.
Esa manera es la mejor para formar escuela, que vaya superando el caudillismo y el populismo ,que tanto ha lucrado de la nación y la va dejando en soletas.
De los aportes oscuros al control total del gasto electoral habría que buscar puntos intermedios. El equilibrio es razonable.
No está bien que las directivas de los partidos reciban aportes sucios, de mafias y narcotraficantes o personas que hacen negocios con el Estado y mantienen con sus millonarios dineros el statu quo.
La verdad es que en el país con cinco o seis tendencias todo iría mejor que con 280 lemas, nombres vacíos y figuración costeada por el dinero del erario nacional.
Un aspecto que se debe seguir alentando es la conformación de alianzas. Unas de rango nacional, otras, como adhesiones de movimientos provinciales a grandes corrientes y partidos.
Debiéramos suprimir esa distinción confusa de partidos y movimientos que solo se presta al juego de intereses privados que no son los de las grandes mayorías.
Partidos nacionales, movimientos provinciales y cantonales, adheridos a los partidos. Y unas corrientes de derecha, centro-derecha, centro, centro-izquierda e izquierda y algún grupo más. Bastaría.
Las elecciones primarias ya no deben ser ficciones de levantamanos para la foto o el zoom. Sería deseable que solo voten los afiliados con un padrón o deleguen a un colegio de modo más orgánico y transparente.
Ahora de las 15 o 16 candidaturas todavía puede haber deserciones, descalificaciones o alguna inconsistencia. Pero la lección debemos asimilarla para mejorar…