Prohibir, reprimir, condenar, encarcelar, descalificar’ son lugares en los que tradicionalmente se encuentran e identifican ciertos sectores políticos de derecha y de izquierda. Son expresiones que dan cuenta de una comprensión muy particular del poder, de la violencia y del orden. Para ellos la política es la lucha por el poder y la última manifestación del poder es la violencia.
Pero según la politóloga Hannah Arendt ¿qué es el poder para estos políticos y sus teóricos? Es un instrumento de mando que debe su existencia a un instinto de dominación. Al respecto cita a Bertrand de Jouvenel, “un hombre se siente más hombre cuando se impone a sí mismo y convierte a otros en instrumentos de su voluntad”’ lo que le proporciona “incomparable placer”. También a Voltaire: “ El poder consiste en hacer que otros actúen como yo decida” y a Max Weber que al hablar de la guerra señala que es “un acto de violencia para obligar al oponente a hacer lo que queremos que haga”.
Entonces, según la politóloga, estos pensadores y sus seguidores entenderán que “si la esencia del poder es la eficacia del mando, entonces no hay poder más grande que el que emana del cañón de un arma”. Por tanto la expresión más alta del poder son la violencia, el dominio, la prepotencia y la arbitrariedad.
Este pensamiento político es muy viejo y se deriva de la noción de poder absoluto presente desde la antiguedad griega, pasando por la monarquía y algunas derivaciones que acompañaron la aparición del Estado–nación europeo de los siglos XVI al XVIII. Todas ellas empatan en la definición de formas de gobierno como el dominio del hombre sobre el hombre, según Arendt “de uno o de unos pocos en la monarquía y en la oligarquía, de los mejores o de muchos en la aristocracia y en la democracia”. Así, el poder entendido como una forma de dominio en cualquiera de sus expresiones es vertical, intolerante y tiránico. Este poder surgido de la violencia transforma la autoridad en autoritarismo y al ser avalado por las normas es legal, pero no legítimo.
Mas hay otras formas de entender el poder, no como dominación, sino como concertación: el que surge de la capacidad humana de dialogar y acordar. El que aparece de la experiencia y acción común de diversos individuos frente a otros en el marco de relaciones sociales y políticas democráticas y libres. El que comprende y procesa el conflicto, el que crea y se recrea en el respeto al otro.
Entonces este poder produce unidad y la unidad es su mayor poder. Su fuerza no está en la violencia sino en el argumento, en la razón, en la ética y en el amor. Es un poder que genera autoridad: respetada, amada, legítima.
Frente a un poder autorita-rio, tarde o temprano, siempre ha surgido un contrapoder de-mocrático.
Reflexiones politológicas’ en tiempos de intolerancia.