A principios del 2015, el proyecto estratégico estrella que impulsa el Gobierno para cambiar la matriz productiva, la Refinería del Pacífico (RdP), se torna más factible.
Lo positivo de la RdP es que el país sería autosuficiente en combustibles y podría exportar. Su construcción sería un aporte al crecimiento económico, justo ahora que la economía se desacelera rápidamente.
Lo negativo está en que se trata de un proyecto de altísima inversión, USD 10 mil millones en su versión actual, y por ser el Estado el principal socio, implica un fuerte incremento del endeudamiento externo. Además que la refinación es un negocio proclive a ciclos de alto rendimiento con otros de pérdidas. El país corre el peligro que la RdP no rinda lo suficiente para amortizar la deuda. Este peligro nos ha impedido ser entusiastas de este proyecto industrial.
Puede parecer paradójico para quien desconoce el mercado petrolero, pero la caída del precio del petróleo y el propósito de Arabia Saudita de impedir que se desarrolle la industria de esquistos mejora las perspectivas de que la RdP sea rentable.
El mercado petrolero es poco elástico. Cuando hay más oferta de crudo en el mercado de lo que demandan las refinerías para atender a sus clientes, aunque sea solo entre 1 y 2 millones de barriles diarios como hoy, los precios del crudo se desploman, pues ningún productor quiere quedarse sin vender. Las refinerías pagan menos por su materia prima. Pero eso no quiere decir que compran más, puesto que su mercado no aumenta de manera inmediata. Solo pasan al consumidor parte del ahorro en petróleo, y se quedan con el resto, con lo que crece su utilidad.
Por ejemplo, en diciembre el precio al que el Ecuador vendió su petróleo fue 54% menos que en junio (cayó a menos de la mitad) pero el precio que pagó por los combustibles bajó solo 31%.
El socio escogido para el proyecto, PetroChina, debe estar considerando que el proyecto se torna atractivo por estas condiciones, además que la empresa ha ganado en liquidez puesto que es gran compradora de crudo y ahora le cuesta menos.
Pero el que salga adelante el proyecto depende de decisiones en materia petrolera, y en esta área el Gobierno ha sido muy lento en reaccionar a las condiciones cambiantes.
Un talón de Aquiles del proyecto es el interés político del Gobierno de involucrar a Venezuela, y el desgobierno chavista ha destruido la capacidad técnica y financiera de la otrora gran petrolera Pdvsa, que debe salir de la RdP y del campo Sacha.
La RdP debe quedar solo para Petroecuador con 51% del capital social y PetroChina con 49%. Una empresa china se haría cargo de aumentar la producción de los campos Sacha y Auca, que se presumen conectados, para que la RdP procese petróleo nacional y no dependa de crudo importado.