Reelección y democracia

El tema de la reelección presidencial indefinida data de tiempo atrás. Basta recordar el levantamiento de Madero en México (1910) en contra de las sucesivas reelecciones de Porfirio Díaz, imponiéndose desde entonces el principio de “Sufragio Efectivo, No Reelección”.

La reelección tiene varias alternativas: indefinida, consecutiva y de intervalo, en la que debe mediar un período para que el exgobernante pueda postularse nuevamente. Este último ha sido el régimen que históricamente ha regido en el Ecuador, hasta el referendo del 2 008 que aprobó la reelección inmediata.

Sorprende que para ese cambio se haya consultado al pueblo y que para una reforma de mayor profundidad, como es la indefinida, se opte por la simple aprobación de la Asamblea.El contenido democrático de la reelección indefinida depende del grado de institucionalización de un país.

Cuando la institucionalidad es fuerte, operan los órganos de control, rige la independencia de los poderes, funcionan partidos políticos competitivos, la democracia apenas sufre afectación. Por el contrario, si la institucionalidad es débil, se fomenta la concentración de poderes en el Ejecutivo, se elimina de hecho la división de funciones y se genera un régimen antidemocrático y autoritario, si no autocrático, la democracia se esfuma.

Por eso Bolívar, en el Congreso de Angostura, afirmó “que la continuidad de la autoridad de un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos”. Otro prócer, Washington, compartía el mismo criterio. Estos razonamientos no cuentan, sin embargo, para la revolución bolivariana que lleva como insignia la espada del Libertador.

La reelección indefinida refuerza el liderazgo personalista, promueve los caudillismos, limita la competitividad de los competidores políticos. En este sentido, contraviene el principio de igualdad en la contienda electoral, ya que es inevitable que el Presidente en funciones ponga a su servicio la maquinaria estatal, los medios de comunicación pública e incluso recursos del Estado.

De otra parte, la reelección indefinida debe ser el resultado de un consenso, en cuanto afecta a la sociedad en su conjunto, la que debe decidir con su derecho al voto el régimen electoral que prefiere. Ya que estamos con estas propuestas, convendría reflexionar si no es más conveniente pasar al sistema parlamentario, en el que la designación del Presidente o Primer Ministro puede ser indefinida en la medida en la que conserve la mayoría parlamentaria. Limitar el debate a que si se requiere enmienda o reforma es un simplismo, porque bien sabemos que la Asamblea y la Comisaría Constitucional cantarán al ritmo de la misma batuta.

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