La clase médica ecuatoriana está de luto: ha dejado de existir Augusto Bonilla Barco. Si de hacer patria es el propósito, la imponderable empresa requiere de hombres como mi colega: bien preparados, bien plantados, ni fatuos ni vanidosos. Pero eso sí haciéndose valer. Una larga vida, una provechosa existencia la de Augusto Bonilla.
Con Bonilla, Plutarco Naranjo y Nicolás Espinoza se inicia, en los años sesenta del siglo pasado, la fuerte presencia de mi generación en el contexto de la medicina nacional. El ejercicio de la profesión y la investigación científica biomédica llegan a la modernidad que ya se vivía en algunos países latinoamericanos.
De excepcionales atributos, el estudiante Bonilla, en el Hospital Militar, pronto llega a primer ayudante en operaciones complejas. Es tal la confianza que se le tiene que ya antes de graduarse se le concede la distinción suprema: responsable de un caso de solución quirúrgica. Augusto Bonilla, Hugo Merino, Gonzalo Molina y Ernesto Gándara, se constituyen en los protagonistas de una nueva época para la Sanidad Militar. Todos han hecho estudios de posgrado en el exterior. Bonilla en Buenos Aires; retorna como especialista en Ortopedia y Traumatología: es el campo de la cirugía que pasa de las luces del alba a la luz del día. Bonilla es un maestro nato: su cátedra en la Universidad Central se constituye en un paradigma. Desde luego que cita lo que se está haciendo en los países desarrollados. Lo que impacta a sus discípulos son las propias casuísticas del maestro compatriota, modernas como las que más. Por méritos propios, en un conflictivo ambiente político, es elegido Decano de la Facultad de Ciencias Médicas.
Golpe muy fuerte el que imprime el Dr. Bonilla en el ejercicio diario de su profesión. No para, es incansable. Los quirófanos del Hospital Militar, el Carlos Andrade Marín y la Clínica Santa Cecilia son testigos de tal portento. En congresos internacionales que tampoco paran, el especialista ecuatoriano comunica los resultados de sus intervenciones. En aquellos foros, el Prof. Bonilla es de aquellos latinoamericanos a quienes se les debe oír. Es elegido Presidente de la Sociedad Latinoamericana de Ortopedia y Traumatología.
El país también reconoce sus méritos. Ya había sido Presidente de la Academia Ecuatoriana de Medicina. Recibe el Premio Nacional Eugenio Espejo en Ciencias, por su ejercicio profesional en grado de excelencia. Consta el Dr. Augusto Bonilla en un precioso mural con el que Ambato rinde homenaje a sus hijos más preclaros. Hace un año se hizo la presentación de la obra ‘Semblanza de la Historia de la Medicina en Tungurahua’, en la que Bonilla es una figura destacada. Fue la última ocasión en que estuvimos juntos. Mi colega permanecerá en el memorial de aquellos que se van pero se van sin morirse.