Tengo ya 85 años, una noche de insomnio sumergido en los recuerdos de la vida estudiantil de medicina-verano de 1957 desperté con una sensación de alivio: había superado la etapa más dura,! Aprobé anatomía!. Cierto es que los profesores no fueron tan estrictos con el estudiante de figura frágil, y, que pese a una manifiesta discapacidad física era deportista. Recojo las imágenes de esa fase apasionante: Junio 1952, tengo 15 años y en el Campeonato de Pin Pong de Quito obtengo un triunfo inolvidable ante Alfonso Laso Bermeo, caballero ejemplar, campeón invencible, periodista y locutor deportivo. Noviembre 1955, logré clasificarme seleccionado ecuatoriano, con qué orgullo exhibía en el pecho la insignia de mi país.
Participe entonces en el IX Campeonato Sudamericano de Tenis de Mesa Medellín-Colombia. Y en una tarde que no olvidaré nunca, derroté sin atenuantes, nada menos, que al campeón argentino y sudamericano Tafuro. Y, junto a Gabela de Pichincha y Cabrera de Guayas alcanzamos el vicecampeonato sudamericano ¡Vaya qué tiempos!. Volvamos a 1957, los recuerdos vienen en cascada, como cuando llego a la Cascada de Peguche mi rostro se refresca con sus gotas milagrosas.
El tenebroso anfiteatro, el blanco mandil, los guantes, el olor a formol… el espeso silencio. También una luz: ¡La poesía! Que transformaba con su magia el negativo ambiente. Recitábamos: “No son muertos los que descansan en la tumba fría, muertos son los que tienen novia, teniendo que estudiar anatomía.” También entonábamos en coro un pasillo profundo y pertinente que el inolvidable dúo Benítez y Valencia cantaban en su diario programa “Canciones del Alma” en Radio Quito. Bello poema “Disección” que todavía dice: “Me abrieron el cráneo, sin piedad, y a golpes lentos/ y vieron los doctores admirados/ que al morir mi postrero pensamiento/ a ella sola estuvieron consagrados.” “Siguieron los doctores otra huella/ y fueron tras la sangre de mis venas/ ni una gota encontraron pues con ella/ fragüé la tinta, con la que escribí estos versos”.