El 27 de febrero representa una fecha histórica que no se la puede pasar por alto ni manipular para cualquier fin político. La Batalla de Tarqui de 1829, que representa el Día del Civismo y el Día de la Unidad Nacional. Recuerda gestas en donde se puso a prueba la defensa de la soberanía y la integridad territorial, tan bien reivindicadas por las FF.AA. como ocurriera con aquella página brillante de la guerra del Cenepa (1995).
Con el tiempo el intento de manosear las instituciones ha sido evidente, más allá de los procesos internos que deben ser respetados, con la única observación de que no puede haber más secretismos en una época en la que ya no se pueden ocultar las cosas, ni compra de armas ni nada.
Hoy la Fuerza Terrestre, principal rama de FF.AA. y cuyo mando merece respeto, enfrenta un momento de definiciones tras la salida de su comandante general, que pone a prueba los principios y el honor militar. Su Consejo de Generales, luego de un proceso cerrado, resolvió el año pasado el ascenso de tres coroneles y tres fueron negados. No calificaron ni fueron recalificados, lo que reglamentariamente les permitió acudir a instancias superiores. Primero al Consejo Supremo, que preside el Jefe del Comando Conjunto e integran los comandantes de rama, uno de los cuales incluso ya no está y otro acaba de pedir su disponibilidad. Luego, según las normas, hay la anuencia en el despacho ministerial para que se proceda con el ascenso. Así se explica la salida del comandante, que defendió un tema de principios y fue el portavoz de una decisión general de su Consejo, que ha mantenido en forma reiterada la misma posición: no a esa calificación.
Quedan muchas interrogantes en una institución jerarquizada y obediente. ¿Se puede manipular a favor de parientes en procesos de calificación cuando por delicadeza institucional y personal deben presentarse excusas? ¿Puede un jefe de otra rama someter a los responsables de la otra Fuerza? ¿En qué quedan los principios? ¿En qué queda el honor militar que tanto se reivindica? ¿Cómo queda la posición final de un cuerpo colegiado cuyos miembros dijeron no con argumentos esgrimidos a su interior? ¿Les toca someterse al mandato político y cambiar de decisión sin que les hayan escuchado, que debieron pedir con respeto pero con firmeza? ¿Cómo quedan frente al resto de oficiales y miembros de tropa? ¿Para qué va a servir un Consejo de Generales si no se respetan sus decisiones y no defienden a la Fuerza? ¿Se mantiene la dignidad por sobre cualquier aspiración de ascensos posteriores y se pide la salida? Es preferible mantener un grado con dignidad que un ascenso palanqueado. De esos hay muchos casos. Se entiende que el honor no es negociable para caminar con la frente en alto y ojalá este aniversario de Tarqui no sea para mancillar uniformes.