Al gobierno de Lucio Gutiérrez se lo recuerda -además de por su final aparatoso- por sus eternas rectificaciones. Al Gobierno de Rafael Correa parece que también se lo recordará por sus rectificaciones.
A finales del año pasado el gobierno adoptó, sin aviso previo, medidas para restringir las importaciones. Inmediatamente el sector empresarial hizo observaciones especÃficas con el fin de evitar que la resolución entorpeciera los procesos productivos o causara desabastecimiento. El Régimen, dueño de la verdad y de las soluciones, se concentró en defenderlas. Sin embargo, en marzo modificó por primera vez la disposición inicial y en abril lo hizo por segunda vez, con lo cual ha facilitado nuevamente la importación de ciertos bienes.
El cambio de actitud frente a los organismos multilaterales de crédito es un caso aun más llamativo. A inicios de su mandato, apenas el Estado canceló la deuda pendiente con el Fondo Monetario, el presidente Correa dijo: “No queremos saber más de esa burocracia internacional”.
Luego, en la XXI Cumbre Iberoamericana celebrada en Asunción en 2011, el Presidente se retiró molesto de la sala durante la intervención de la Vicepresidente para América Latina del Banco Mundial, y acusó a dicho organismo de “chantajista”. No obstante, ahora expresa con orgullo la posibilidad de recibir financiamiento de tal entidad.
Otra prueba del reciente afán por rectificar es la intención del Gobierno de reformar sus propias leyes. Por ejemplo, después de que en el proceso de elaboración y de discusión legislativa del proyecto de Código de la Producción, en el año 2010, el oficialismo hiciera caso omiso de las sugerencias presentadas por el sector productivo, ahora busca reformar dicha ley, entre otras -como la Ley de EconomÃa Popular y Solidaria.
Ni una disminución de las trabas para importar significa apertura al comercio exterior, ni la posibilidad de endeudarse con el Banco Mundial implica un manejo responsable de las finanzas públicas, ni una ley -por más perfecta que fuera- genera sola las condiciones para atraer importantes flujos de inversión. De manera que el alcance de estas rectificaciones puntuales será limitado. Lo valioso es la señal que ha dado el Gobierno, pues al rectificar está reconociendo tácitamente que la embarró y que es necesario enmendar.
Por supuesto que serÃa iluso suponer que la conducta autoritaria de siete años se terminará de un dÃa a otro. De ahà que surjan al menos tres interrogantes sobre cómo actuará el oficialismo: ¿tomará en cuenta la participación de otros actores en la definición (y corrección) de las polÃticas públicas?, ¿reconocerá sus errores de manera global o lo hará únicamente en áreas especÃficas?, y ¿rectificará por convicción o por conveniencia? Si fuera por lo último, el riesgo es que luego rectifique lo rectificado, tal como lo hacÃa Lucio.