En el programa de opinión del martes de la semana pasada de Diego Oquendo, Carlos Vera aseguró tener recogidas 1 millón doscientas mil firmas para tramitar la revocatoria del mandato al Presidente de la República. Se desconoce si ha tomado el debido recaudo y precauciones en términos de verificación de dichas firmas y si ha procedido, por elemental seguridad política, a notarizar los correspondientes documentos para que la fe pública que otorga el funcionario correspondiente certifique su existencia. Sin embargo, la oportunidad es buena para hacer una reflexión sobre este propósito y su trámite en función de la transparencia y viabilidad del proceso. Al respecto es posible, a la usanza del arte culinario o de la farmacología médica, señalar tres requisitos: a) Es necesario que el promotor goce de una presencia pública actualizada de gran impacto y no en función de un pasado protagonismo. b) Se requiere de una fundamentación precisa y solvente -no genérica- de los argumentos que ameritan la grave situación de revocar el mandato presidencial. c) Conocer cuál es el equipo y grupos afines que lo acompañan en tan ardua jornada que debe suponerse no es una simple aventura.
En el primer caso, luego de lo sucedido a la revista Vanguardia, si no existe un escenario de atropello de parte del Régimen que catapulte al promotor al centro de la atención ciudadana, será muy difícil que deje de transitar por la marginalidad de la opinión pública; luego, si no se exhiben sólidos argumentos que justifiquen la drástica solicitud, se puede concluir de que hay un afán de protagonismo para utilizar un recurso constitucional para propósitos personales; finalmente, es necesario una ‘camioneta’ -recordar los tiempos de Fabián Alarcón y la defenestración de Abdalá Bucaram- que convoque a un conglomerado, en este caso dentro en el marco constitucional, que aporte esfuerzo, lealtad y vigor. Caso contrario, la historia del Llanero Solitario volverá a repetirse, ahora sin el piel roja Toro, ni el caballo Plata.
La propuesta de la revocatoria del mandato enfrentará a muchos obstáculos burocráticos y políticos; por el momento, ya cuenta con un rival que es la consulta popular promovida por el ejecutivo para reformar la Constitución en los más variopintos temas. Vuelven a la memoria similares agresiones al pueblo que se cometieron con las consultas de Sixto Duran Ballén y Fabián Alarcón. ¿Qué les cuesta a nuestros líderes ser transparentes y preguntar de manera llana y concreta uno o dos temas? ¿Cuál es motivo para privilegiar preguntas para especialistas profesionales o elaborados de manera sesgada o confusa para su manipulación posterior? ¿Desde cuándo los pueblos son doctos en Derecho Constitucional? Revocatoria o consulta, dilemas para un pueblo que requiere el certificado de votación para sobrevivir burocráticamente.