Los signos de alerta están encendidos en Brasil. La Agencia Nacional de Estadísticas (ANE) acaba de publicar un informe a través del cual confirma un decrecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) durante los primeros seis meses del 2014. Si en el primer trimestre el PIB se contrajo en un 0,2%, durante el segundo trimestre esta cifra aumentó al 0,6%.
Esto ha llevado a varios especialistas a afirmar que la economía brasileña ha entrado en crisis y que sería la primera vez en cinco años que cae en una “recesión técnica”. Se considera que un país entra en recesión técnica cuando presenta resultados negativos en su PIB por más de dos trimestres consecutivos.
No obstante, si se compara con las cifras de otras economías, es prematuro hablar de que la recesión se ha instalado en Brasil. En el caso de la Zona Euro, hay países que mantienen saldos negativos no solo durante dos trimestres consecutivos sino incluso por varios años. De acuerdo con proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), la Zona Euro durante el 2014 no superará el 1% de crecimiento. La crisis financiera del 2008 no ha podido ser superada. Hay problemas de carácter estructural como la falta de competitividad, sobreendeudamiento y déficit fiscales que estarían afectando en los niveles de crecimiento.
En el caso de las economías emergentes, pese a que han crecido a un promedio del 5,3% (muy distantes de las economías denominadas como “avanzadas”), han atravesado por fases de desaceleración.
En el caso de Brasil, pese a la contracción del 0,6% en el PIB durante el segundo trimestre del 2014, el nivel de crecimiento a fin de año promediará el 2%. No llegará posiblemente al 2,6% del previsto en meses pasados por la Cepal, pero el hecho de mantener cifras positivas y cercanas al 2% es positivo. Entonces, más que recesión, habría que hablar de desaceleración de la economía.
Aunque la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, ha atribuido al entorno internacional como la principal causa de esta desaceleración de la economía, hay varios factores internos que han jugado un papel fundamental. Uno de ellos tiene que ver con las tasas de interés. Si en un principio había la preocupación del Gobierno por frenar la inflación y para ello se elevó la tasa de interés al 11%, lo que sucedió a la final es que esta medida frenó el acceso al crédito y desestimuló el consumo interno. Esto ha provocado que la economía se ralentice.
Por otro lado, aunque parezca subjetivo, el aumento de los días festivos relacionados con el Mundial de Futbol afectó en la productividad de las empresas. Del mismo modo, un factor no económico como las elecciones presidenciales de octubre próximo está haciendo que las empresas hayan entrado en un compás de espera, afectando particularmente a la inversión.
Veamos, entonces, qué pasa en el transcurso de las próximas semanas y si es un hecho que Brasil ha entrado en una etapa de recesión.