Son tres los principales ejes de lagestión económica de Guillermo Lasso: el central, el ajuste de la economía; el crecimiento vía gasto financiado con deuda externa ya no es viable, al menos desde 2017, lo que habría motivado a Rafael Correa a alejarse del poder. El grueso de la tarea impopular y recesiva de subir impuestos y reducir el gasto recayó en Guillermo Lasso, y ahí los otros dos ejes: amortiguar el impacto del ajuste en los más vulnerables, y crear un mejor ambiente para la inversión privada, que es lo que permitiría que la economía crezca.
En lo fiscal, contra todo pronóstico, el Gobierno logró el crucial incremento de los impuestos en USD1 900 millones. Fue más fácil subir impuestos que bajar el gasto burocrático. El resto del ajuste en los próximos años vendría de un mayor crecimiento de ingresos que de egresos.
En cuanto al segundo frente, paliar el costo de la austeridad, las autoridades han tomado diversas medidas. El alza de impuestos a oficinistas y profesionales vino acompañada de la exención del IVA a ciertos productos de consumo popular; el presidente dispuso una pronunciada alza del salario básico, y extendió crédito fuertemente subsidiado a pequeños agricultores y emprendedores. Cedió a la exigencia de Leonidas Iza de mantener el subsidio a los combustibles, y así le restó apoyo para sus levantamientos.
Para 2022, el Gobierno tendrá que concentrarse en la reactivación: 2022 debe ser el año de realizaciones. El ingreso de Juan Carlos Holguín a la Cancillería lo motiva el poco apetito de la diplomacia ecuatoriana con la agenda de comercio internacional. El nombramiento de Ítalo Cedeño a Petroecuador, a la falta de compromiso de la petrolera estatal con la agenda presidencial de incrementar la producción petrolera, indispensable para levantar recursos fiscales. Se abrirá el catastro minero. Se remitirá como urgente un proyecto de ley de inversiones. Del éxito en estas tareas depende que el Ecuador supere este estancamiento que entra a su octavo año.