Ser “racionales” es adecuar la conducta a aquello que nuestros argumentos deductivos nos imponen. El racionalismo es apriorístico… juicioso. A diferencia del empirismo, en el racionalismo lo determinante viene dado por una ponderación intelectiva subjetiva, mas no analítico-objetiva de la naturaleza de las cosas según la perciban los sentidos. Racionalismo y empirismos son dos aproximaciones filosóficas legítimas a propósitos de entender y entendernos.
Desde el santiamén de su nacimiento, el hombre se encuentra dotado de una mente que irá nutriéndose de experiencias vivenciales y educativas que la forman para enfrentar a la vida. Si éstas son racionales su titular actuará en consecuencia. Algunos filósofos racionalistas denominan “innatismo” a tal caracterización.
El racionalismo derivado de B. Spinoza es concluyente en cuanto a la necesidad de que la “idea”, para ser auténtica, “debe convenir con la realidad de la que es idea”. Ello implica basarse en la idea, que no en las imágenes que pudiésemos tener de la mera observación. De este filósofo neerlandés de origen sefardí se dijo que si dios existe y opta por hablar con algún humano lo haría con él.
Si bien todo proceso metódico demanda de esfuerzo intelectual, que se torna más complejo conforme mayores son los factores involucrados, en el racionalismo los requerimientos de la inteligencia son superiores. En tanto los distintos elementos deben ponderarse de manera conjunta y armónica. Tales factores momentáneamente podrían ser contradictorios, y colocar al agente en dilema. En ese instante influyen en el actor sus “valores”, que de ser suficientemente sólidos lo llevarán a optar por una síntesis más acorde a la ética y a la estética.
Para el racionalismo “contemporáneo” el bien y el mal no están atados a la concepción particular que un ser tenga de los mismos, pero a una responsabilidad superior impuesta por obligaciones morales meta-individuales. La “conveniencia” adecuada a autojustificaciones irracionales resquebraja el buen actuar de la sociedad.