En días pasados fue presentado el libro ‘Si callan a los míos, gritarán hasta las piedras’, del periodista Francisco Herrera Arauz, en el que se relata de manera minuciosa la extraordinaria movilización estudiantil denominada la “Guerra de los cuatro reales” que tuvo lugar en Quito en el mes de abril de 1978.
Las ‘Jornadas de Abril’, como se conoce también a este hecho político, tuvo por protagonista al movimiento estudiantil secundario, quien luego de un proceso de organización y concienciación que duró gran parte de la década de los setenta, exhibió en las calles una poderosa fuerza movilizadora que enfrentó a la dictadura militar de entonces oponiéndose a la subida de los pasajes del transporte urbano de un sucre a uno cuarenta. De los colegios, la lucha pasó a las universidades y luego se trasladó a los barrios. Fue casi un mes en el que Quito se paralizó. Se incendió. Los barrios populares por las noches levantaban fogatas como símbolo de resistencia. Las tanquetas militares en las calles. Mil jóvenes encarcelados.
Semejante acción política de los colegiales, adolescentes hombres y mujeres, respaldada por universitarios y pobladores fue el factor que precipitó el fin de la dictadura y el advenimiento de la democracia formal que vivimos hasta hoy.
La contribución de la juventud a la democracia y a la historia social del Ecuador y de Quito en particular, es significativa. El Quito desenfadado e irreverente al poder autoritario no se explicaría sin el acumulado histórico depositado en la memoria de los estudiantes y en sus genes rebeldes alimentados por el laicismo y las ideologías sociales.
Por esto y frente a actuales experiencias de gigantescas movilizaciones de los estudiantes chilenos, colombianos y mexicanos (yosoy132) por mejor educación y democracia, preocupa el aletargamiento de los ecuatorianos. Preocupa hondamente por los datos de la Primera Encuesta Nacional sobre Jóvenes y Participación Política 2011, presentados por Franklin Ramírez: al 23,4% jóvenes les da lo mismo vivir con un régimen democrático o no, y el 22,8% preferirían un gobierno autoritario. Así mismo el 53% sostiene que “un líder fuerte puede resolver mejor los problemas del país que los partidos políticos y las instituciones”. “Y un 74% señalan que no militarían bajo ninguna circunstancia en partidos o movimientos políticos”.
Con un alto porcentaje de jóvenes “indiferentes”, desmovilizados, vaciados de conciencia y compromiso político, antidemocráticos y cultores del autoritarismo ¿qué le espera al país?
¿Qué hicieron o dejaron de hacer los partidos políticos, la revolución ciudadana, el sistema educativo, los medios y las familias para engendrar semejante problema? Pero, sobre todo ¿qué haremos para superarlo? Requerimos algo de las enseñanzas de la Guerra de los Cuatro Reales.