El que quiera oír, que oiga. “Escucha. Yanqui”. Un libro escrito en septiembre de 1960 por el sociólogo y profesor de la Universidad de Columbia de NY, Charles Wright Millls, (1916-1962) se transformó de inmediato en un fenómeno de ventas y traducido seis meses después al español se expandió por el continente y tuvo un notable efecto de retención para muchos que ya empezaban a dudar de las bondades e intenciones de la naciente y triunfante Revolución Cubana.
“Mi intención -decía Mills como advertencia- es presentar la voz del revolucionario cubano”. Era para que lo escucharan los ‘yanquis’ pero lo oían todos: “vinieron (los yanquis) solo para descansar bajo el sol de las playas, que nosotros los cubanos no podíamos gozar’ Nosotros nos parábamos en las esquinas y los veíamos gozando de sus vacaciones al sol’”. “El dinero que ustedes (los yanquis) pagaban a nuestras hermanas que se prostituían -gran parte de ese dinero- acababa en los bolsillos de los corrompidos y corruptores espías de Batista”. “Nadie sabe cuántas de nuestras hermanas eran prostituidas en Cuba durante los últimos años de la tiranía de Batista”. “Pero todo eso ha terminado, yanqui”. “Nuestras hermanas no volverán a ser jamás prostitutas de los yanquis”.
Era un mensaje contundente. Justificaba que no hubieran llamado a elecciones e incluso los excesos. Decía Mills en su libro que “los periodistas simplemente no saben comprender ni informar acerca de una revolución”.
Ha pasado mucho tiempo y ha habido muchas noticias sobre Cuba en el último medio siglo, y muchas de esas y en estos últimos tiempos me han tentado a rescatar el libro en cuestión para ver lo que verdaderamente ha pasado en este medio siglo en la isla.
La última fue esta, del diario Ámbito Financiero de Buenos Aires: “La Habana- En la penosa agonía de la Revolución emprendida por los Castro hace más de 51 años, aún en la adversidad, el régimen hace honor a sus principios y anuncia una nueva reforma agraria: desde enero, lanza un plan para crear 16 campos de golf, que incluirá la construcción y venta de casas para extranjeros”.
Por supuesto que los cubanos no podrán jugar al golf ni entrar en estas canchas ni, desde luego, tener una casa o apartamento, en estos “enclaves de lujo” según agrega la información. Seguirán parados en las esquinas mirando cómo los extranjeros se divierten, gozan, juegan al golf toman sol, quizás ahora no sean mayoritariamente yanquis, aunque algunos habrá, pero sin duda gran cantidad serán españoles , otros escandinavos, canadienses y camaradas de Venezuela y otros países progresistas y del mundo árabe y musulmán amigo (léase Irán).