En política como en todas las actividades sociales, el flujo de los acontecimientos tiene dos vertientes: la causalidad y la motivación de actores involucrados. En la primera se registran los casos fortuitos o de fuerza mayor y, en los otros, los causados premeditadamente por el ser humano en sociedad.
Los acontecimientos que se han producido a raíz del proceso electoral y que han crecido hasta obtener nombres propios como “El gran padrino” y el del “Encuentro” en la adjetivación, que le ha dado la fiscalía general.
Como en ningún otro caso, el efecto en el gobierno ha sido mucho más catastrófico que la debacle de la consulta popular, pues ha logrado afectar al círculo íntimo del poder e incluso en la parte personal del presidente imputando a un hermano político, con el cual siempre ha sido identificado como el colaborador personal y público más importante.
En estas circunstancias, además de la preocupación que genera la magnitud que están adquiriendo los acontecimientos es necesario preguntarse por el o los causantes y repetir la pregunta que interroga por quién fue el que prendió la chispa y que ganaba si se cumplían las profecías de un desastre político e institucional. En primer lugar, aunque es la respuesta más fácil se podrá decir, que es el correísmo, considerado el mayor triunfador del evento electoral último. Esta hipótesis sería válida solo si se decidiera el presidente de la república por la muerte cruzada. Entonces, el correísmo podría repetir y reforzar la victoria.
Por las cifras electorales, no es posible que el causante del incendio sea el social cristianismo pues ya le pasó el tiempo bíblico para volver a pensar en la tierra prometida.
De la misma manera, hay que descartar que sea un suicidio político del gobierno para arriesgarse a un solo cambio de gabinete. Sería un homenaje al despecho y al ego que siempre son fantasmas que rondan por las noches por el palacio de Carondelet, como lo sostuvo un expresidente que tuvo que abandonar el palacio y el gobierno.