Este nuevo Patrimonio de la Humanidad señalado por Unesco nos obliga a reflexionar sobre ello desde diversos aspectos históricos, sociales, económicos, etc.
La nominación pone en valor un patrimonio a gran escala que evidencia el poder y la capacidad de comunicación que tuvo el Imperio Inca capaz de enlazar a través de sofisticados caminos y puentes, los territorios que había conquistado hasta fines del siglo XV y que hoy corresponden a los países involucrados: Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile.
Sin embargo, como señala Hyslop, debemos recordar que esta magna obra se hizo reutilizando buena parte de los caminos trazados por culturas que iban cayendo bajo su dominio; los incas los vincularon y potenciaron en beneficio propio.
Entonces, es fundamental no caer en una nueva “incaización” de la historia precolombina, sino que esta nominación sea la llave para redescubrir otras culturas como la Cañari o la Chimú, por mencionar solo dos, y transformar esta ruta en una revisitación de culturas indígenas actuales –muchas en estado de pobreza- y que aún exhiben sus persistentes formas de vida y sus propios imaginarios con respecto al conquistador Inca.
En Huarochirí, Perú, o en Cañar (Achupallas-Ingapirca) sus habitantes tienen una memoria presente sobre los tránsitos y el camino que construyeron o padecieron bajo el dominio inca; en otras comunidades como las del norte del actual Ecuador o al sur de Colombia, este camino no les significa nada.
Las memorias u olvidos son diversos según la región y el pueblo en cuestión.
Si se van a trazar rutas turísticas para retransitar desmotorizados estos caminos que nos obligan a incorporar nuevas visiones de un territorio, no debemos perder de vista la presencia humana a la vera.
Reconectar territorios significaría intentar reconectar con la gente que habita en sus cercanías, hacer trabajos serios con las comunidades, realizar nuevos programas educativos en las urbes y el campo que integren nuevas visiones sobre una historia aún poco investigada para el caso ecuatoriano habida cuenta los contados arqueólogos profesionales que existen en el país.
Se requiere generar más estudios de fondo sobre la historia precolombina de nuestra región, la presencia inca en territorio ecuatoriano fue tan solo de alrededor de 80 años y no contamos aún con una historia de conjunto, articulada.
Si se integra al plan turístico nacional que sea tomando en cuenta el empoderamiento de los sujetos: las comunidades campesinas e indígenas, su bienestar económico; la comprensión a fondo de los objetos: ríos, piedras, huacas, lagunas y sobre todo el respeto a formas diferentes de vida, no sea que este camino sea un instrumento más en beneficio de los sectores poderosos y de consumo masivo.