Se trata de la puerta que se levanta en la calle Guayaquil, antes de llegar a la calle Bolívar; la puerta de madera se inscribe en una portada de piedra andesita. La estructura es de estilo barroco, quizá de finales del siglo XVII. Puerta y portada constituyen la fachada de la capilla que antaño perteneció a la universidad de Santo Tomás, antecedente de la Universidad Central del Ecuador.
¿Por qué alguien perturbado arrojó la tosca pintura a la puerta? No hay argumento ideológico que sustente tan triste y aparatosa acción. No se trata de un culto fetichista a las cosas antiguas, se trata de entender el significado simbólico de las antigüedades del Centro Histórico de Quito. Los monumentos nacieron de circunstancias que combinaron tropelías, enfermedades y nuevas perspectivas.
El imperio inca sucumbió ante los conquistadores europeos que trajeron caballos, pólvora y gente que escribía. El exterminio no fue total, los subyugados, sus mujeres, dieron lugar al mestizaje. Las comunidades andinas que resistieron también modificaron sus prácticas vitales en alimentación e indumentaria, puesto que la cebada se alió a la papa y los borregos dieron lana para bayeta y tela.
La puerta en mención es parte del patrimonio de todos los habitantes. Por ella entró muchas veces Eugenio de Santa Cruz y Espejo, entraron José Mejía Lequerica y otros hombres que hicieron nuestra historia. Los canteros fueron indios y mestizos, algunos de ellos muy bien pagados y de mucha consideración en la ciudad gobernada por pocos españoles. Es excelente el libro de la investigadora norteamericana Susan V. Webster, Quito, Ciudad de Maestros: Arquitectos, Edificios y Urbanismo en el largo siglo XVII.
Trae el libro la información sobre Jorge de la Cruz, Francisco Morocho, Diego Aulis, Francisco Cantuña, Francisco Tipán, canteros, arquitectos, carpinteros, plateros y pintores. En un apéndice, Webter reúne por apellidos los nombres de numerosos maestros, cuyos datos encontró en archivos. Los apellidos son Amaguaña, Aulis, Collaguazo, Machaguay, Pillajo, Rimache, Tituaña y Tomayco. Larga será la lista de los constructores y artistas de los siglos XVIII y XIX.
Los monumentos levantados por indios y mestizos son testimonios de la enorme creatividad de los habitantes de todos los tiempos. Estudiar cada uno es aprender Historia, Sociología, Antropología, Arquitectura, Historia de las Ideas. Por ende, es una obligación cuidar el patrimonio. De alguna manera, los monumentos son una silenciosa y constante pregunta que busca respuestas: ¿Cómo vivimos? ¿Cuáles son nuestras aspiraciones? ¿Cómo afrontar la desgracia?
Después del 24 de mayo de 1822, alguien se trepó con cincel y borró el escudo de España que se veía en el frontón de la portada agredida; debió ser alguien perturbado.