RODRIGO ALBUJA CHAVES
Columnista invitado
América Latina cuenta, desde hace unos días, con una nueva instancia de alto nivel para el diálogo y la cooperación, el Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur), suscrito por siete presidentes del subcontinente, incluido el Ecuador. El mecanismo -que ha declarado ser libre de ideologías- aparece a la par del agotamiento de Unasur y su práctica desaparición, y frente a la existencia de varios esquemas de integración subregional que requieren del apoyo político para el cumplimiento de sus objetivos.
La región, y en especial América del Sur, han hecho desde hace un medio siglo significativos esfuerzos por integrarse, aunque los resultados no han sido los esperados. En ese proceso, un problema difícil ha sido la búsqueda de la convergencia entre los distintos modelos de desarrollo durante una larga etapa con gobiernos dictatoriales que han impulsado el capitalismo globalizado y la ideología neoliberal, hasta el fortalecimiento del Estado como conductor de la economía, tendencia que transita hacia un franco debilitamiento. Esas diferencias ideológicas entre los países que tratan de mejorar su inserción en el comercio internacional, se han convertido en las condiciones adecuadas para la suscripción de acuerdos bilaterales de libre comercio, en desmedro de los procesos de integración subregionales en vigencia. Desde un laborioso esfuerzo por alcanzar una política regional exterior autónoma se ha desembocado en una praxis a tono con la ideología y modelo hegemónico predominante en nuestros días. Un importante resultado de esta nueva tendencia es la conformación de la Alianza del Pacífico.
Una gran debilidad de Unasur fue justamente su imposibilidad de alcanzar un papel de coordinador y auspiciante de la convergencia entre los diferentes esquemas de integración subregionales. Y paradójicamente, este es el reto inmediato para Prosur siempre y cuando no privilegie estrategias de refuerzo a las políticas bilaterales con socios de fuera de la región, con lo cual los acuerdos subregionales se debilitarían aún más. Pero Prosur no es un mecanismo superior de integración regional para América del Sur, y por tanto no emitirá resoluciones vinculantes para los suscriptores. Ante esa circunstancia, su capacidad de diálogo y negociación para orientar las estrategias y políticas hacia el beneficio de los países deberá basarse en objetivos constitutivos muy claros.
Éstos deberían apuntar al refuerzo del espacio económico ampliado del subcontinente, aprovechando los importantes avances alcanzados por los esquemas de integración subregional.
Como consecuencia, puede mejorar la negociación frente al resto del mundo, con posiciones conjuntas para el tratamiento de nuevos y graves problemas que enfrenta el continente y el mundo entero. Una declaración como la suscrita por los presidentes de siete países de la América del Sur pudo ser más clara en el señalamiento del horizonte al que se dirige.