Ayudan los ‘semáforos’ a concienciar respecto del nivel de azúcar refinada. Debe diferenciarse fructosa y miel de abeja -que son buenas- del azúcar que acidifica el organismo y baja las defensas.
Debe diferenciarse la grasa buena -proveniente del ajonjolí, maní, nueces, etc.- de la mala que tapona las arterias.
Es conveniente que se advierta la presencia de preservantes, de colorantes –como el rojo 40, amarillo 5 y 6- que son una amenaza tóxica, y de sustancias cancerígenas que ingenuamente se consumen en chupetes o bebidas en fiestas infantiles.
Igual debe ‘semaforizarse’ los productos de limpieza y herramientas manuales. La presencia de ftalatos en los esmaltes de uñas debe ser visibilizada por afectar a los sistemas nervioso y reproductor y por ser cancerígenos (Goleman, 2008), así como la insólita incorporación de sustancias cancerígenas en protectores solares.
Hay productos que, en su cadena de producción, emiten enormes cantidades de dióxido de carbono o utilizan mano de obra infantil o adulta que es maltratada. Transparentada la información consumiremos más orgánico, sin químicos -incluyendo hormonas- y cuidaremos a los más vulnerables y a nuestra ‘Casa Común’.