La delincuencia la definen los economistas como el impuesto a la prosperidad; los políticos como el rechazo a las normas y costumbres dominantes; los sociólogos como la exclusión social política y económica provocada por el desempleo, y los moralistas como el resultado del debilitamiento de los valores.
Pero al ciudadano no le interesan las definiciones sino las soluciones.
La muerte de seis ecuatorianos en la matanza de Tamaulipas le dio una nueva oportunidad al mediático fiscal para asomarse en los medios de comunicación con desmedidas ofertas, esta vez prometió acudir a la génesis del problema y apresar pronto a los coyoteros. Poco antes ofrecía terminar con el coyoterismo tipificando el delito y aumentando las penas.
Sucede lo mismo con las ofertas de acabar con la delincuencia. Es cosa de equipar a la Policía y que los jueces condenen a todos los detenidos por la fuerza pública. Por desgracia ni la delincuencia ni la migración se reducen con ofertas y declaraciones porque no está la génesis del problema donde ponen las ofertas. El origen del problema está en la pobreza y el desempleo. Las medidas punitivas no han podido con la delincuencia y las medidas preventivas todavía no se las entiende. Recuerdo una caricatura francesa publicada hace años en la que un policía con tolete en alto sobre un joven preguntaba a su compañero: Dime Ramón, la prevención ¿era antes o después de la represión?
La manipulación de las cifras del desempleo no reducirá la delincuencia ni la migración. El Gobierno pregona una reducción del desempleo pero nos informa que la pobreza va en aumento al decirnos que ya son un millón setecientos treinta y ocho mil trescientos tres los ecuatorianos que viven con el bono de desarrollo.
Se doblega a la delincuencia creando puestos de trabajo y para ello hay que incentivar la inversión nacional y extranjera y no ahuyentarla, promover el emprendimiento en vez de desacreditarlo, facilitar el trabajo parcial en vez de prohibirlo, descentralizar las iniciativas en vez de concentrarlas. Todos los gobiernos que pretenden convertirse en los más grandes o únicos empresarios, reducen el crecimiento y las posibilidades de generar puestos de trabajo. Si son populistas, promueven los bonos estatales que dan resultados electorales aunque incrementan la pobreza y la delincuencia.
Un columnista del diario El Universal de Caracas, una de las ciudades más inseguras del mundo, decía que comprarse un celular bueno es lo mismo que comprarse una puñalada. Algo parecido ocurre en las ciudades del Ecuador. Según la última encuesta de Market, un 54% de los ecuatorianos piensa que la delincuencia, la inseguridad y la falta de empleo es el problema más grande del país.