No bastan las emociones ni las buenas intenciones para la votación en el referéndum, es indispensable esclarecer las preguntas, sus implicaciones legales, políticas y sociales. Esto es cuanto más urgente que la democracia para consolidarse tiene que ser con decisiones debatidas, sino también porque hay una continuidad de las prácticas de la época de Correa en sus leyes con una introducción rimbombante “revolucionaria”, a la cual siguen defendiendo sus seguidores, pero la ley era de otra naturaleza. Se pasaba gato por liebre.
Es lo que está aconteciendo con la pregunta sobre el Consejo de Participación Ciudadana y Control social (Cpccs). Por un lado, se promueve su redefinición, más bien formal y a ese quinto poder cuestionado, se lo consolida con miembros elegidos de modo universal lo que le vuelve un quinto poder intocable. Así lo manifestamos en la columna anterior, “El Cpscs mata la participación”, que suscitó muchos comentarios y exige precisiones.
Indicar contradicciones o una pregunta con una trampa no significa estar contra o por el referéndum. Analizar cada pregunta tiene otra importancia, es un deber porque hay que votar con conocimiento de causa. El quinto poder no cumplió sus funciones, sirvió para controlar la participación y a la sociedad civil, legitimó un sistema autoritario. Sin embargo, la pregunta del referéndum le da más legitimidad nombrando a sus miembros por voto universal. Posiblemente, para AP mantener ese quinto poder es regresar al sistema anterior con Correa y siendo un bloque mayoritario cuenta volver a serlo, tener el control otra vez del quinto poder y a través de este nombrar las autoridades de control, electorales y justicia. América Latina, como ahora en Europa, ante la crisis de la política por el comportamiento de los políticos, la no renovación de los partidos y la corrupción, pretendía que la política con los políticos son malos, mientras los buenos, los puros, los capaces eran ciudadanos. Ellos sabían qué hacer, sabrían lo que conviene al Gobierno y al Estado. La realidad fue muy diferente. El oportunismo, el gusto de lucir o el idealismo no reemplaza la experiencia política y un gobierno no puede hacer y deshacer de la sociedad. En los hechos, estas personas u organizaciones que pretendían representar la sociedad, mostraron que no tenían proyectos del sistema político, tenían más ideas de sanción a unos o de crear un paraíso por decreto y se sometieron para mantener sus puestos.
El problema no es entre los buenos ciudadanos y los malos políticos sino en cómo se debe organizar el sistema de la política. Se pensó crear un poder ciudadano que sea un contrapeso al poder de los políticos, pero no fue lo que pasó, el reglamentismo lo destruye.
Qué complicada es una pregunta con trampa sobre algo tan importante. La democracia pierde, se destruye la deliberación.