Los resultados del mal manejo en el combate al covid-19, reflejan como el populismo es, también en este campo, dañino, irresponsable y pernicioso.
No solo en los países pobres y “subdesenvolvidos” como Brasil, sino en los desarrollados, como Estados Unidos y el Reino Unido. En ellos se repite el fenómeno: mandatarios contradictorios, afectados por el Síndrome de hybris que los lleva a despreciar toda opinión ajena y a deshacerse de los funcionarios que les contradigan, por calificados que sean.
La tardía, caótica e incoherente política del presidente Trump sobre la pandemia, a la que minimizó como una gripe que se iría en el verano, convirtió a los EE.UU en el país con más damnificados. Presenta al reputado científico Anthony Fauci como su asesor directo, en cuyas opiniones debía descansar la confianza para el buen manejo de la crisis y lo desautoriza a renglón seguido por sostener que es indispensable la reclusión de la gente para evitar el contagio.
Contradice las disposiciones del gobernador de New York que establece la cuarentena, con lo que se dispara el contagio que la convierte en la ciudad del mundo con mayor número de fallecidos. Mientras se desbordan los servicios de salud, Trump sigue denostando contra el Obamacare que buscaba, precisamente, la cobertura de los más necesitados -incapaces de contratar seguros privados- entre los cuales está la mayoría de víctimas. EE.UU. ostenta el record mundial de contagiados, más de 115.000 fallecidos, con proyección de 201 mil para octubre.
El primer ministro británico Jhonson inició su gestión de un modo parecido. Contradictorio, despreciando a los científicos y a los funcionarios responsables del manejo de la crisis. Populista como en el Brexit, adoptó la cuarentena cuando él se contagió y ya era incontrolable. Reino Unidos tiene con mayor número de fallecidos en Europa, más que Italia y España, que hicieron crisis en los primeros días de la pandemia. Se contabilizan 41 mil fallecidos, tercero en el mundo.
El presidente Bolsonaro no se queda atrás. Preside un país “subdesenvolvido”, el de mayor población de América Latina. Tiene ya tres ministros de Salud desde el comienzo de la pandemia. Prepotente y arbitrario, como todo populista, que privilegia la demagogia a la sabiduría –es una gripezhina dijo-, no tolera a nadie que le contradiga u opine autónomamente.
Que todos tenemos que morir, contestó a la angustia de un gobernador cuando Bolsonaro le amenazó por decretar la cuarentena. Brasil tiene 42 mil fallecidos, segundo puesto mundial.
No es que no ha habido tragedia y desolación en otros países, desbordados también por la pandemia, pero es sintomático que en los tres analizados, de los mayores del mundo desarrollado los dos primeros y del mundo en desarrollo el tercero, confluyan las características desoladoras del populismo.